El deseo de vivir es tan fuerte en mí como lo es en cualquier criatura sobre la tierra
Hoy escribo desde la emoción, no hay ningún otro espacio al que pueda acudir para hablar de lo que necesito hablar. Quienes me conocen saben que en el momento en que me diagnosticaron el cáncer, me planteé seriamente renunciar al tratamiento a través de quimioterapia. Pensé que siendo yo una persona vegana antiespecista, lo más consecuente era no recibir un tratamiento que ha sido testado en animales. Sin embargo, el deseo de vivir es tan fuerte en mí como lo es en cualquier criatura sobre la tierra, y esa es la razón por la que, con vergüenza y deuda moral, acepté el tratamiento.
Testar los medicamentos en animales es por ley imprescindible en nuestro sistema de salud, para que los medicamentos puedan ser utilizados en los seres humanos. Es una forma de evitarnos el riesgo de sufrir consecuencias indeseables, pero haciendo que el riesgo recaiga sobre los otros animales. Si quieren saber más, les dejo el enlace a la Directiva 2010/63/UE sobre la protección de los animales utilizados para fines científicos.
Soy una persona de letras y como persona que lee, se informa y piensa por sí misma, creo que puedo tener una opinión respetable sobre lo que es éticamente aceptable y lo que no lo es, y lo que significa cimentar nuestro bienestar en el sufrimiento de vidas a las que objetivamos para no sentirnos culpables por usarlas. Sé que muchas personas dirán que soy una hipócrita y que ya no tengo autoridad moral para hablar del sufrimiento animal, porque he salvado mi vida gracias a traicionar mis principios. Sin embargo, ahora sé cómo se sienten en primera persona.
Afortunadamente, existen procedimientos de testado alternativos como son los estudios epidemiológicos, las técnicas in vitro de cultivos en tejidos animales y vegetales, en los restos de placenta, los cultivos celulares o los cultivos de órganos. Cada vez más científicos reconocen que la investigación con técnicas que no utilizan animales es viable, segura y más económica para los laboratorios. De hecho, las pruebas de vacunas para la COVID-19 se empezaron a probar en humanos, sin pasar por otros animales, cosa que debería sentar un precedente para futuras investigaciones.
Pero debemos ser conscientes de algunos hechos, como que enfermamos a animales sanos para probar en ellos los tratamientos que nos van a sanar a nosotros y a otros animales. Tomemos como ejemplo la historia de la quimioterapia que comienza con cuatro ratones sanos. Los farmacéuticos Louis S. Goodman y Alfred Gilman desarrollaron linfomas en los cuatro ratones y trataron con gas mostaza a dos de ellos, que salvaron sus vidas, mientras los otros dos murieron.
Durante los meses en los que me he sometido a quimioterapia no he dejado de pensar en eso. No solo en esos cuatro primeros ratones, sino en los miles, millones de ratones que en todo el mundo han sentido, sienten y sentirán el malestar y la angustia sin tener la capacidad de comprender qué les estaba pasando.
Si yo, que soy plenamente consciente de tener un tumor cancerígeno y soy plenamente consciente de que eso significa la muerte para mí, elijo la quimioterapia voluntariamente, y aún así, el tratamiento ha conseguido derrumbarme moralmente una semana de cada tres, en cada ciclo; si he llorado en silencio por la incapacidad de hacer una vida normal y he tenido que permanecer regenerando plaquetas en la más absoluta calma, mientras los pensamientos negativos y tristes se apoderaban de mi mente, ¿qué no sentirán los animales que no pueden comprender qué les está sucediendo? Su miedo tiene que ser mucho más grande que el mío.
En abril de 2017 la Universidad de Leeds emitió un comunicado sobre un trabajo de cinco años relacionado con el dolor, que apareció publicado en el Journal of Clinical Investigation. En su comunicado anunciaban haber descubierto que “el sistema periférico que recorre todo el cuerpo es una red, principalmente de cableado, que transmite información hacia y desde el sistema nervioso central al enviar mensajes al ‘centro de control’ (cerebro), que luego le dice al cuerpo cómo reaccionar.” La investigación trabaja sobre una ruta para desarrollar drogas no adictivas y no somnolientas, dirigidas al sistema nervioso periférico, con una eficacia mucho más alta que las que se usan actualmente.
Del comunicado, lleno de buenas noticias, lo que a mí me asombra es esta declaración: “Se necesita más investigación para entender exactamente cómo funciona, pero no tenemos ninguna razón para creer que no existan los mismos arreglos nerviosos en los humanos.” Por lo tanto, la ciencia reconoce que el dolor que siente un animal no humano es básicamente el mismo que sentimos los animales humanos. En las pruebas de laboratorio se usan (objetiviza) ratones, cobayas, conejos, gatos, monos y perros, así como aves, reptiles y peces. La tasa de mortalidad en animales de laboratorio se sitúa en incontables millones de vidas.
Se estima que entre 50 y 100 millones de animales vertebrados de varias especies se utilizan cada año en todo el mundo en procedimientos de laboratorios, a menudo abusivos. La mayoría son sacrificados después de usarlos en un experimento. El Día Mundial de los Animales del Laboratorio existe para recordar el dolor y el sufrimiento de los animales de laboratorio en todo el mundo. En Europa el uso de primates no humanos con fines de ensayo está sujeto a restricciones y el empleo de simios antropoides (chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes) está prohibido.
Para quienes sufren cáncer y tienen las mismas dudas y deudas morales de las que les estoy hablando, quiero contarles que la investigadora Pilar de la Puente y su equipo, en el Centro de Investigaciones Sanford (Dakota del Sur) trabajan en un proyecto que reproduce en un modelo de tres dimensiones no solo las células cancerígenas, sino el “ambiente celular” para ofrecer una cura para cada cáncer adaptado a cada paciente.
En una entrevista para la agencia EFE en 2018 declaraba: “El problema está en que tú cuando pruebas en un laboratorio normal cualquier fármaco, solo se pone a prueba contra las células del cáncer, pero cuando lo pones en un paciente, esas otras células no cancerígenas también están reaccionando y se resisten o lo hacen más agresivo. Con una muestra de sangre y una muestra del tumor hago ingeniería de tejidos para que las células crezcan. Y sobre ese modelo, puedo probar en el laboratorio cómo reacciona esa reproducción celular a todos los fármacos posibles en menos de una semana”.
Estas noticias alentadoras sobre la investigación médica son un pequeño consuelo para quienes soñamos un mundo sin abusos, pero no hemos sido capaces de elegir muerte cuando ha llegado nuestro momento.
La experimentación animal produce realidades tristes y desconcertantes, como que el ajolote (Ambystoma mexicanum) esté en peligro de extinción en su entorno natural, pero sea criado ampliamente en cautividad en los laboratorios para la experimentación. En mi adolescencia conocí el cuento de Julio Cortázar titulado Axolotl, ya les he dicho que soy una persona de letras. Pero ahora que me vendría bien ser capaz de regenerar por mí misma el pecho que me han amputado, me siento igual de triste que el escritor al pensar en sus vidas y recupero de su cuento una frase: “Los ojos de los axolotl me decían de la presencia de una vida diferente, de otra manera de mirar.”
Nota de la autora: A la luz de lo que se ha hecho público el 8 de abril, sobre la realidad interna del laboratorio Vivotecnia de Tres Cantos (Madrid), este artículo tiene para mí aún más sentido. Pensamos que vivimos en un Estado donde se cumplen las leyes, donde las empresas van a ser responsables y las personas trabajadoras cuidadosas; pero la realidad es que nuestras peores pesadillas son reales cada día, en este momento. Por eso es imprescindible no dejarnos vencer por la desesperanza ni por la culpa, ya que son demoledoras y nos debilitan en la lucha por salvar vidas. Solo mirar de frente la realidad y denunciar por todos los medios posibles a nuestro alcance es motor de cambio. Las leyes cambian y eso es bueno, pero sigue siendo trabajo nuestro hacer que esos avances se hagan realidad.