Así será nuestra próxima pandemia global

Fuente: EL PAÍS (2018)

A pesar de los esfuerzos de gobiernos y organismos para prepararse para lo peor, el mundo no está preparado para un brote mundial de una enfermedad contagiosa mortal (UN ARTÍCULO ESCRITO EN 2018¡¡¡¡¡)

Si un corredor de apuestas tuviera que estimar las probabilidades sobre qué evento apocalíptico es más probable que elimine la raza humana, una pandemia tendría más probabilidades que cualquier ataque nuclear, alzamiento de robots o asteroide. Epidemiólogos y profesionales de la salud de todo el mundo están de acuerdo: a pesar de los esfuerzos de gobiernos y organismos para prepararse para lo peor, el mundo no está preparado para un brote mundial de una enfermedad contagiosa mortal. En febrero de 2017, Bill Gates advirtió de que, a menos que se tomen medidas drásticas pronto, un patógeno que se contagia por aire y se mueve rápidamente «podría matar a más de 30 millones de personas en menos de un año».

De todas las amenazas emergentes de enfermedades, un brote de gripe es el más preocupante debido, principalmente, a la velocidad con la que se puede propagar y la virulencia con la que puede matar. Investigaciones recientes han demostrado más allá de toda duda razonable que la gripe española de 1918, que mató a entre 50 y 100 millones de personas y fue la más mortal en la historia de la humanidad, tuvo su origen en las aves. Hoy nuevas cepas de gripe aviar tienen tasas de mortalidad sin precedentes, como la cepa H5N1 que apareció en Hong Kong en 1997, y están surgiendo con más regularidad que nunca.

La principal de estas nuevas amenazas es el H7N9, una cepa de gripe originalmente encontrada en una gallina china que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) actualmente considera que tiene el mayor potencial de causar una pandemia mortal en caso de que mute y se transmita por aire. El virus se detectó por primera vez en una víctima humana en 2013. Las cifras publicadas el mes pasado indican que el brote más reciente del H7N9, en octubre de 2016, mató a más personas en China que los cuatro brotes previos de gripe aviar juntos y produjo una variante que es menos susceptible a las vacunas.

Aunque está claro quién es el principal sospechoso, hay un problema a la hora de prepararse para lidiar con el H7N9 a escala global. Tal y como el Dr. Keiji Fukuda, ex jefe de epidemiología del CDC, dice, la humanidad ha «esquivado una bala» en lo referente a pandemias en los últimos años. Mediante una combinación de preparación, acción rápida y buena suerte, ni el SARS en 2002, ni la gripe porcina en 2009, ni el ébola en 2014 han terminando siendo pandemias completas. Tenemos pocos puntos de referencia para proporcionar pistas o modelos sobre cómo podría ser un mundo en medio de un brote mortal contemporáneo y cómo, en nuestra sociedad conectada, podríamos prepararnos para lo peor.

Irwin Redlener es el director del Centro Nacional para la Preparación ante Desastres en la Universidad de Columbia. Él y su equipo han pasado los últimos 14 años estudiando desastres causados por el cambio climático, el terrorismo o aves enfermas. Usando datos y modelos por ordenador, han explorado los diversos escenarios que pueden sucederse después del surgimiento de una nueva cepa letal y virulenta de la gripe aviar y los resultados de esos modelos sombríamente proféticos se leen como ficción zombi.

Digamos que el virus, una variante del H7N9, se detecta por primera vez en un paciente que ha estado expuesto a aves de corral vivas en uno de los mercados rurales de aves en China, donde el rigor y la regulación que actualmente se aplican a muchos de los mercados de Hong Kong aún no se han implementado. Una semana después, se detectan tres casos más y el paciente muere en el hospital por una infección pulmonar.

Un laboratorio dirigido por el CDC en Atlanta es el primero en examinar una muestra de sangre tomada de la víctima. Los virólogos del CDC confirman que han detectado una nueva cepa de gripe aviar. El gobierno chino, con experiencia en la gestión de tales brotes, ordena el cierre de los mercados de aves y el sacrificio de decenas de miles de aves en la provincia donde se descubrieron los primeros casos.

Sin embargo, al cabo de unos días, los hospitales siguen recibiendo un gran flujo de nuevos casos: está claro que ni el sacrificio ni las meticulosas reglas del país para transportar animales vivos están siendo efectivos. Parece que este nuevo virus puede contagiarse entre personas a través del aire que respiramos.

Días después, se informa de nuevos casos de la enfermedad en países vecinos de China, aunque no está claro en este momento si el virus se ha propagado a través de los camiones que cruzan las fronteras o por las aves que migran durante el invierno.

Casi de inmediato, predice Redlener, los aeropuertos internacionales comenzarán a cerrarse en un esfuerzo por evitar la transmisión intercontinental. Los viajes aéreos, donde desconocidos de regiones geográficas con diferentes niveles de vulnerabilidad a las enfermedades se ven obligados a permanecer en un espacio cerrado durante un período prolongado de tiempo, es actualmente la forma más rápida de viajar.

Al igual que las trincheras y los hospitales de lona del brote de gripe española de 1918, un avión actúa como una incubadora de un virus e infecta a los pasajeros que, tras desembarcar y dispersarse, distribuyen el virus con eficacia. Tal y como Ed Yong dijo recientemente en The Atlantic, cuando se trata de propagar enfermedades, «atravesando los cielos en innumerables aviones, transformamos pequeñas hogueras en grandes incendios globales».

El cierre del aeropuerto llega demasiado tarde para detener la propagación de la pandemia. En el mundo conectado de hoy en día, se puede transportar una enfermedad desde una aldea rural a cualquier ciudad importante en 36 horas, más rápido de lo que cualquier gobierno podría implementar una política de prohibición de vuelos. Se informa de los primeros casos en Europa y, poco después, en EE UU. En estas primeras semanas la desinformación abunda, al igual que durante el brote del ébola en 2014, cuando los informes falsos hicieron que el virus se propagase con más facilidad. En los canales de noticias por cable, algunos expertos sugieren que el brote es el resultado de una investigación genética irresponsable en China. Otros sugieren que es parte de un complot terrorista.

Se cierran las primeras escuelas. «Una de las cosas más importantes que se pueden hacer en una pandemia incipiente es reducir el contagio entre niños», dice Redlener. Sin embargo, los modelos de actuación muestran que esta precaución resuelve la misma cantidad de problemas que crea. «¿Quién cuida a los niños en casa?» pregunta Redlener. «¿Qué pasa si los padres se contagian? ¿Y qué le sucede a la economía cuando los padres ya no pueden trabajar? ¿Cómo compran las personas alimentos si no tienen ingresos?»

Las cadenas de suministro empiezan a colapsar a medida que aparecen las primeras consecuencias económicas locales y regionales de la pandemia. «¿Quién entrega nuestros suministros diarios de alimentos y medicamentos y todo lo que necesitamos si hay personas contagiadas por todas partes?», se pregunta Redlener. «¿Vamos a permitir que los camiones circulen entre estados si al hacerlo aumenta el riesgo de propagación de la enfermedad?»

En pocas semanas, los estantes de los supermercados quedan vacíos. Las colas en las gasolineras se extienden a lo largo de las carreteras, por lo menos durante los pocos días en que todavía queda gasolina.

La fragilidad de cada mecanismo altamente afinado que garantiza la comodidad y la facilidad de la vida contemporánea en los países más ricos queda expuesta lenta y completamente. La crisis de salud mundial pasa de «estar en la lista de cosas que nadie quiere hacer a ser la única tarea de la lista de cosas por hacer de muchas personas», dijo Bill Steiger, que dirigió la Oficina de Asuntos de Salud Global durante la administración de George W. Bush, al Washington Post en abril mientras se debatía la preparación ante una pandemia .

Mientras el CDC publica recomendaciones cada día (quédese en casa, tápese la boca si tose), el presidente Trump responde con una retórica característicamente extravagante. Esta vez, sin embargo, la retórica lleva a medidas aún más fuertes. Las fronteras de EE UU con Canadá y México se han cerrado, se declara la ley marcial y se ha puesto en cuarentena a los estadounidenses enfermos (y se les coloca en campos de detención si se descubre que han infringido el toque de queda). Utilizando el sentimiento público sobre esas conspiraciones epidémicas, Trump empieza una guerra comercial con China.

A medida que la pandemia continúa, empezamos a ver la incapacidad de las naciones para responder. Se testean hospitales, personal médico y medicamentos usando métodos sin precedentes. «Ha habido muy poca mejora por parte de Estados Unidos en la capacidad de tratar médicamente a los afectados por una pandemia», dice Redlener. «No tenemos suficientes agentes antivirales. No tenemos suficientes ventiladores mecánicos. Es muy arriesgado saber si cuidaremos de las personas que necesitan ser hospitalizadas en caso de una pandemia y de qué manera. En ese momento simplemente nos sentiríamos abrumados por los pacientes».

Aquí es donde se revela la gran complejidad de un escenario de pandemia: considerar las cuestiones éticas que surgirán en medio del desastre. ¿Qué sucede, por ejemplo, cuando los hospitales se queden sin ventiladores mecánicos? ¿Podrá un médico decirle a un padre que, como las posibilidades de supervivencia de su hijo son menores que las de un adulto joven, se le va a confiscar el respirador? «Simplemente no hay pautas sobre cómo debemos gestionar la enorme escasez que encontraremos en el sistema de salud en el caso de una pandemia», dice Redlener.

Independientemente de que estas hipotéticas situaciones sean plausibles o exageradas, Redlener cree que las consecuencias de cualquier pandemia están más allá del alcance de las consideraciones actuales de muchos planificadores de desastres. Los modelos pueden mostrar lo rápido que un virus podría viajar por el mundo, pero no explican en detalle las implicaciones del colapso de la sociedad en medio de una pandemia mortal. El mundo entero, dice Redlener, está «completamente desprevenido».

Redlener y sus colegas no son los únicos que llegan a estas conclusiones apocalípticas. En 2011, la Organización Mundial de la Salud presentó una iniciativa mundial llamada Preparación contra la gripe pandémica (PGP), un programa diseñado para detener o retrasar la gripe pandémica en su aparición inicial y evitar el tipo de desastre mundial detallado anteriormente.

Como parte del PGP, una red de más de 150 laboratorios en todo el mundo conocida como Sistema Global de Vigilancia y Respuesta ante la Gripe controla los brotes de gripe, examina muestras de sangre de pacientes recién infectados y monitoriza las ventas en farmacias de medicamentos utilizados para tratar los síntomas de la enfermedad. Esta investigación informa de la creación de la vacuna contra la gripe estacional, cuyas nuevas versiones se desarrollan dos veces al año y proporciona la base para el asesoramiento que la Organización Mundial de la Salud entrega a los gobiernos para ayudarlos a prepararse para una pandemia.

Muchas naciones han desarrollado sus propios planes específicos. El Reino Unido, por ejemplo, creó la Estrategia de control de enfermedades aviares identificables, que establece los procedimientos que deben seguirse en caso de aparición de una enfermedad que se pueda convertir en una pandemia en la isla. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud está trabajando para coordinar mejor los esfuerzos y estrategias entre naciones sobre la base de la experiencia de la gripe española de 1918: no se puede luchar contra una pandemia tratando a los pacientes de forma individual. Creen que una pandemia moderna solo se derrota al tratar el mundo de forma interconectada y no a las naciones por separado.

«Una pandemia es un evento mundial», dice Sylvie Briand, directora del Departamento de Gestión de Riesgos de Contagio dentro de un programa de emergencia de la Organización Mundial de la Salud que se ha creado recientemente. «Se debe gestionar tanto a nivel nacional como internacional. Una enfermedad no tiene fronteras». Pardis Sabeti, un destacado investigador de enfermedades contagiosas de la Universidad de Harvard, dijo lo mismo a The Atlantic a principios de año: «Los virus son amenazas globales para la humanidad. Son un problema común. De alguna manera, son la única amenaza que une».

Aún así, el tipo de amenaza que la gripe supone es diferente en función del país de donde provenga. «El problema es que hasta ahora, la gripe es vista como una enfermedad de países ricos y templados», dice Briand. «No es el caso. La gripe está por todas partes. Sin embargo, en muchos países tropicales, donde hay una alta tasa de mortalidad por enfermedades respiratorias, la mayoría de veces ni siquiera saben que se debe a la gripe».

En 2014, la administración Obama se comprometió a donar un millón de dólares a una asociación de reciente creación conocida como la Agenda de Seguridad de Salud Global. El programa está destinado a ayudar a prevenir la propagación de brotes letales mediante el fortalecimiento de los sistemas básicos de salud pública en los países menos desarrollados cuyo objetivo es luchar contra las epidemias. Ha proporcionado formación en epidemiología a los profesionales de la salud de Mali, por ejemplo, y ha ayudado a los gobiernos a desarrollar planes de emergencia para hacer frente a un brote de gripe aviar. Más de 30 países han participado en evaluaciones para conocer su capacidad de detectar y prevenir brotes (los resultados, incluso los negativos, se hacen públicos). El progreso es, sin embargo, «todavía frágil» y «requiere financiamiento continuo», según un análisis interno de los CDC.

Actualmente, los esfuerzos para mejorar la colaboración internacional son alentadores. No obstante, no podemos predecir cómo reaccionarían las naciones si se les pidiese apoyo mutuo en el tumulto de una hipotética pandemia.

«Cuando, por ejemplo, hay una gran tormenta costera en el noreste de los EE. UU. o algo parecido al Katrina en la región del Golfo, normalmente llega ayuda de otras ciudades y regiones a la zona del desastre», explica Redlener. En otras palabras, los que no están afectados normalmente apoyan a los que lo están. «Pero una pandemia amenaza a todos, en todas partes. Boston no puede esperar recibir ventiladores adicionales de Nueva York, Washington o Chicago porque esas ciudades necesitarán todo lo que tienen». Los recursos son limitados y, a todos los niveles, desde el vecindario hasta la ciudad y la nación, se activa inevitablemente el instinto humano de cuidar de uno mismo.

«Se requiere mucho trabajo para garantizar que exista colaboración durante una crisis», dice Briand. «La tendencia es que cada país acumule vacunas y ejecute su propio plan de preparación individual. Pero necesitamos agregar una capa supranacional de preparación para asegurarnos de que el primero en ser afectado no acapare todos los recursos. Esto es lo que puede suceder en caso de un evento mundial: el país más rico tendrá acceso a las vacunas y el resto no».

Parte del problema para cualquier persona involucrada en esta situación tan difícil es que es muy difícil anticipar los problemas. La vacunación es, de lejos, la forma más efectiva para defenderse de una pandemia. Sin embargo, como dice Redlener, los engranajes y las ruedas del capitalismo van en contra de la investigación, el desarrollo, la fabricación y el almacenamiento de vacunas (algunas de las cuales caducan dentro de 12 meses). «En un sistema privado de fabricación, desarrollo e investigación», explica, «puede que las compañías farmacéuticas no tengan la capacidad o la voluntad de invertir grandes cantidades de dinero en algo que no sucederá y cuyo retorno no pueden prever».

Mientras, los laboratorios de la Organización Mundial de la Salud continúan trabajando para aumentar la velocidad a la que los medicamentos se preparan con la esperanza de reducir el tiempo de desarrollo de una nueva vacuna de al menos seis meses a cuatro. La velocidad a la que se puede transmitir la gripe es fundamental: la gripe de 1918, en particular, mató a más personas en 24 semanas que el SIDA en 24 años.

Hoy, la Organización Mundial de la Salud ha asegurado 500 millones de dosis de vacunas generales contra la gripe, pero es posible que no sean efectivas contra una nueva cepa de gripe aviar. Estas reservas, dice Briand, permitirán al mundo hacer frente a la primera ola de una pandemia. Pero Redlener, por el contrario, se mantiene firme y afirma que las reservas serán completamente insuficientes. «No tenemos suficientes vacunas que puedan detener una gran pandemia de ningún tipo gripe y menos una pandemia mortal altamente contagiosa».

Las políticas nacionales e internacionales tienen un papel crucial en la creación de nuevas formas de colaboración necesarias para hacer frente a una potencial pandemia. Sin embargo, como demuestran el Brexit y el aumento de la retórica nacionalista en el escenario mundial, esta colaboración está fundamentada en bases cada vez más inestables.

«Donald Trump ha sido muy abierto acerca del de ‘América Primero’, que es retrógrado e inapropiado en lo relativo a casi todos lo problemas principales a los que se enfrenta el mundo: economía, salud pública, cambio climático», dice Redlener. De hecho, en sus primeras semanas en el cargo, Trump propuso recortes drásticos a las agencias gubernamentales que trabajan para detener los brotes letales en su origen.

Durante el brote de ébola en 2014, Trump tuiteó que los trabajadores humanitarios estadounidenses no deberían volver a América del Norte («¡QUE SE QUEDEN FUERA DE AQUÍ!», escribió), para que no propagasen la enfermedad. Es una forma de pensar que sugiere que Trump sería reacio a enviar ayuda estadounidense para ayudar con brotes en otras naciones. «Fragmentar nuestros países solo aumenta la amenaza que representa una pandemia», dice Redlener.

Para la Organización Mundial de la Salud, la necesidad de una colaboración internacional continua es crucial no solo en el caso de una pandemia, sino también en simulacros y construcción de defensas para tal evento. «La preparación requiere un esfuerzo continuo», dice Briand. «Los mecanismos solo son fuertes si los usas con frecuencia. Las personas cambian, las directrices cambian, por lo que se debe realizar ejercicios de simulación constantemente para asegurarse de que el plan está actualizado y realmente preparado para hacer frente a lo inesperado».

¿Para cuándo podemos esperar que aparezca otra gripe aviar? Todos los expertos entrevistados para estos artículos dijeron que no solo es probable que aparezca una pandemia importante, sino que es peligrosamente inminente.

La Organización Mundial de la Salud actualmente está monitorizando varios virus de la gripe aviar que, según Briand, «tienen potencial pandémico». Entre ellos está el recién descubierto H10N8, una enfermedad de origen desconocido que mató a su primera víctima humana en China hace cuatro años. Desde entonces, el CDC ha monitorizado más de 300 brotes en 160 países y ha rastreado 37 patógenos peligrosos en el último año.

Claramente no estamos preparados. ¿Cómo lo íbamos a estar? No se puede hacer un simulacro del colapso de la sociedad. Los sistemas de salud en todo el mundo ya tienen dificultades en satisfacer las necesidades de nuestras poblaciones en lo relativo a su crecimiento y al envejecimiento, como para además hacer frente a las que surgirían tras una catástrofe pandémica. Mientras tanto, la xenofobia y otras posturas nacionalistas e introspectivas son contrarias a la política internacional y la colaboración necesaria para evitar que un brote local se convierta en una pandemia.

En su artículo de opinión de enero, Bill Gates escribió que se siente optimista y que, con un poco de esfuerzo, la humanidad aún podría evitar lo peor. «De aquí a una década, podremos estar mucho mejor preparados para una epidemia letal si estamos dispuestos a poner una fracción de lo que gastamos en presupuestos de defensa y nuevos sistemas de armas en preparación para la epidemia».

Pero esa voluntad está, como lo dice Redlener, «aún por manifestarse». Hasta que se manifiesta, continuaremos viviendo bajo la amenazadora sombra de unos pájaros que vuelan por el cielo gris.