La organización tiene como «línea dura» el optimismo en vez del pesimismo para abordar el calentamiento global: la movilización para librarnos del desastre solo es posible si se imagina y defiende un futuro mejor. Imaginan trabajos de menos horas, útiles socialmente; servicios públicos amplios y garantizados; barrios que sean comunidad y no un conjunto de casas. En Verano, 2050 invitamos a los entrevistados a imaginar cómo sería su estío ideal dentro de 30 años, abandonando la distopía, desde ámbitos como el medio ambiente, la justicia social o la tecnología
Animamos a los entrevistados a imaginar un futuro mejor, en vez del pesimismo constante y desmovilizador que en ocasiones los medios están obligados a difundir. No es por ningún optimismo cursi de que todo irá bien, sino por la convicción de que solo se logra una sociedad más justa y humana imaginándola, trabajando con ilusión en vez de con miedo. Si algo capitaliza el discurso político sobre el futuro es la crisis climática, y si alguien en España insiste en una utopía climática, en vez de la distopía a evitar, es Contra el Diluvio. El colectivo lleva ya años traduciendo, publicando y generando artículos e ideas sobre el cambio climático desde una perspectiva férreamente ecosocialista, sin equidistancias, pero rechazando el catastrofismo que, en demasiadas ocasiones, ha caracterizado al movimiento ecologista. Y, sin desmerecer al enorme trabajo de los activistas verdes que les preceden, ellos lo tiene claro: resistir tiene sus límites. Aspiran a movilizar para generar un cambio, y no siempre se moviliza con malas noticias, con ese característico apego a la renuncia de otros.
«Hay unos limites políticos claros a solamente resistir. Es muy importante plantearnos desear, mejorar. El mejor horizonte de la resistencia es quedarnos como estamos, y eso es imposible. Es una decisión consciente la de ser utópicos. Tenemos que ejercer un contrapeso muy fuerte a las sensaciones negativas. Preferimos pecar por exceso de utopía que por defecto». El que habla es Jose, miembro de Contra el Diluvio, que junto a Sofía explican para infoLibre cómo se imaginan un futuro mejor. Advertimos: es revolucionario, en el estricto sentido de la palabra. Sofía insiste: «El optimismo es línea dura en Contra el Diluvio, es muy central«. No solo se trata de que a nadie le apetece pensar todo el rato en un planeta chamuscado, con tormentas apocalípticas cada fin de semana, sino en que a nadie le apetece renunciar a todo para, simplemente, quedarse como está. Ese es, a juicio de Contra el Diluvio, uno de los grandes problemas de la comunicación climática: no viajes en avión, no comas carne, no cojas el coche… ¿a cambio de qué? ¿De evitar el fin del mundo? Ellos defienden: a cambio de un mundo mejor.
En primer lugar, como explica Jose, «es imposible» quedarnos como estamos. El capital lo ignora, pero los recursos del planeta son finitos y el calentamiento global es imparable si el sistema productivo no da un vuelco: no va a haber un presente que proteger. Y en segundo lugar, el modelo de acción climática que plantea Contra el Diluvio tiene grandes beneficios para el ciudadano de a pie, no solo restricciones. «A mí me gustaría muchísimo trabajar muchas menos horas y trabajar en algo que sea útil socialmente. Es una cosa que me moviliza muchísimo». Algunas formaciones, como Podemos o Más País, ya han planteado la reducción de jornada, aunque aún el debate no ha aterrizado en serio en España.
«Es una medida en la que nos hemos centrado un montón. Estamos 100% detrás. Lo he comentado con amigas que son madres: todo va mucho más escalonado una vez que tienes más tiempo para vivir tu vida y no dedicando 9 o 10 horas a hacer tareas que postergan lo que quieres hacer«, confirma Sofía. Todo empieza o termina aquí: la vida buena consiste en tener más tiempo libre, además de la obvia reducción de emisiones que entrañaría. La utopía consiste en producir menos y no buscar siempre el beneficio como máxima, aunque la premisa choque con la línea de flotación del capitalismo. En este verano de 2050 que plantean habrá que trabajar, sí, pero con empleos dirigidos a la comunidad y no a la cuenta de resultados: «Si haces un trabajo que es socialmente beneficioso, también tú te realizas con tu trabajo y no lo sientes como una extracción de energía donde tú lo dejas todo y no recibes nada a cambio».
Sofía reivindica e imagina unos servicios públicos mucho más potentes, que llegaran mucho más allá del modelo actual. «Deberían garantizar un mínimo de disfrute para todo el mundo. No es darte los restos y ya está. Que la gente tenga acceso a comida y a movilidad garantizada». Para Jose, esta debería ser la base de la ciudad, y el barrio, del futuro. «Si tenemos una vivienda pública garantizada para todo el mundo, y alimentación con la fórmula que fuera, habría más espacios comunales, para tomar decisiones. De alguna manera habría barrios más democráticos, donde haya más encuentro y menos necesidad de ir a buscarte las habas fuera del barrio. No solo es que habría más transporte público, es que posiblemente no tendría que salir tanto de él«. El verano de 2050 en el barrio de Contra el Diluvio tendría los cuidados en el centro: con tareas sociales destinadas a ayudar a los vecinos cuidando a gente mayor, a los niños, arreglando los espacios verdes…
Este planteamiento, evidentemente, toca otra de las líneas de flotación del capitalismo: el consumo. Estrechamente vinculado en el imaginario al abordaje de la crisis climática, en Contra el Diluvio insisten en que no todo va a ser renunciar, aunque habrá que desprenderse de algunos deseos generados por un sistema que te invita a vivir –y a comprar– rápido. «Consumiríamos menos, pero probablemente otras cosas que se consumen ahora que se consideran consumo en el futuro no tendrían esa consideración», en línea con los servicios públicos ampliados que defienden para el mañana. «Es muy importante», añade Sofía, «no sacar el consumo del contexto general. Las naranjas que se han cultivado toda la vida en Valencia las estamos mandando a Reino Unido y nosotros tenemos otras congeladas, que vienen de lejos». En la actualidad, tanto en la vieja como en la nueva normalidad, el consumo está vinculado indisolublemente a una deslocalización y una globalización que no tiene sentido en términos climáticos. «Plantearse un futuro en el que esas industrias son, simplemente, más verdes, no tiene sentido». Curiosamente, el viaje de una pera cultivada en Argentina, envasada en Tailandia y vendida en Estados Unidos se ha hecho viral esta semana.
Se trata de una vida «más pausada» en la que, probablemente, haya que abandonar deseos y consumos actuales, pero que debe tener contrapartidas placenteras. Sofía defiende «ideas que nos parecen movilizadoras»: el derecho a que «cada x años de trabajo puedas tomarte un año sabático», para viajar hacia destinos lejanos pero sin prisas por el camino, tomando trenes en vez de aviones, siendo viajero en vez de turista, disfrutando del paisaje. De otra manera, «nadie querrá viajar cuando todo sea un desierto«, como se titula este texto sobre turismo y crisis climática de Layla Martínez en la web de Contra el Diluvio.
El día ideal
¿Cómo sería un día ideal en el verano de 2050 para Contra el Diluvio? Jose trabajaría en una editorial, como ahora, pero, «poniéndonos muy, muy utópicos», trabajaría en textos bonitos destinados a que la gente quiera leerlos y disfrutar, no orientados a la cuenta de beneficios. Luego iría a comer al comedor comunal del barrio, donde cada vecino hace unas horas al mes de servicio en las cocinas a cambio del almuerzo y la cena del resto de los días. Luego, quizá, «algún trabajo colectivo que me toque, como recoger a los niños que viven en mi edificio». Sofía lo tiene menos pensado y su deseo es más primario y tierno: pasear por un descampado, coger flores, pasar tiempo de calidad con su hermano. Parece trivial, pero es político: el tiempo libre es una conquista. Es difícil, pero no imposible: según la óptica de estos activistas, considerarlo irrealizable sería la primera gran derrota. «Si la crisis climática puede suponer el desastre mas grande de la historia reciente, también puede suponer la transformación mas grande de la historia reciente».
Para terminar, pedimos a los entrevistados de Verano, 2050 que compartan con nosotros una obra breve que resuma sus postulados, sus deseos, su utopía frente al pesimismo creciente. Sofía y José eligen Cantiga sem maneiras (Cantiga sin modales) del colectivo portugués GAC. Pertenece a un disco titulado Pois canté!! que se publicó en el periodo posterior a la Revolución de los Claveles. «Hemos hablado bastante en la entrevista sobre el papel del trabajo y del descanso, de la lucha de las propias trabajadoras para lograr trabajar menos y de otro modo y, en cierto sentido, también hemos hablado de cambiar unos modales vigentes por otros, populares y colectivos. La propia canción, más allá de su letra, es un ejemplo de esos nuevos modales: creación colectiva, reivindicación popular, memoria histórica, adaptación al presente y deseo de un futuro mejor, digno, construido en común».