Cooperar por el agua será imprescindible para mantener la paz

Fuente: DIARIO DEL AGUA

Para el año 2050, la demanda mundial de agua dulce crecerá en más del 40% y podría ser una de las principales causas de conflicto entre países según la ONU. Un grave problema para la paz mundial que solo se puede atajar fomentando la cooperación internacional

La inseguridad hídrica está creciendo en todo el planeta. Aproximadamente el 35% de la población mundial vive en regiones con escasez de agua, una cifra que según la ONU aumentará de aquí a 2050 debido al crecimiento de la población y la rápida urbanización, que provocan una creciente y en ocasiones difícil de saciar demanda de agua, especialmente en los países en vías de desarrollo. A esta presión humana hay que sumarle los efectos del cambio climático antropológico, que está detrás del aumento en el número y la virulencia de sequías e inundaciones en los últimos años. Un cóctel explosivo que, como alertan cada vez más expertos, puede tener un impacto desestabilizador a largo plazo en las sociedades, situándose en el origen de conflictos diplomáticos e incluso armados entre países.

Y es que, aunque los seres humanos hayamos llenado nuestra geografía de líneas imaginarias que dividen territorios por cuestiones políticas, sociológicas o culturales, el agua potable no conoce de fronteras. Las llamadas cuencas internacionales, es decir, ríos que discurren por dos o más países, albergan alrededor del 40% de la población mundial y representan, aproximadamente, el 60% del caudal total de los ríos del mundo. De las casi 200 naciones representadas en Naciones Unidas, hasta 145 forman parte de estas cuencas, un dato que ilustra perfectamente la interdependencia que existe en los recursos hídricos a nivel global.

Curiosamente, este catálogo de ríos compartidos, lejos de ser una fuente de conflictosha sido a lo largo de la historia uno de los mayores puntos de cooperación y acuerdos entre países. Según una investigación elaborada por la Universidad de Oregón, la incidencia de conflictos graves en las cuencas internacionales es mucho menor al índice de colaboración entre las partes, con muchos más ejemplos de colaboración entre países que de guerras abiertas por el control del agua. En concreto, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), ha contabilizado más de 3.600 tratados sobre aguas firmados en todo el mundo entre los años 805 y 1984.

Sin embargo, el problema puede estar en el futuro. Si la población mundial no deja de crecer y el cambio climático continúa ampliando los efectos de eventos climáticos extremos como las sequías, el agua puede pasar rápidamente a ser una fuente de conflictos. Desde hace varios años, los problemas de seguridad hídrica están situados entre los cinco riesgos principales que amenazan a la humanidad de acuerdo con el informe anual de riesgos globales del Foro Económico Mundial, que se elabora gracias a una encuesta a líderes políticos y empresariales.

Esta preocupación por el futuro del agua se debe principalmente a que ahora, el esfuerzo internacional para evitar o mitigar estos conflictos es insuficiente. Según el último informe sobre este tema elaborado por Grupo de Expertos de ONU-Agua sobre Aguas Transfronterizas, publicado el pasado mes de febrero, en muchas partes del mundo “faltan acuerdos de cooperación para ríos, lagos y acuíferos transfronterizos” o bien estos tratados “son demasiado débiles para hacer frente a los crecientes desafíos relacionados con el agua”. Por eso, piden fortalecer la gobernanza interna y la inversión en gestión del agua, única manera de permitir que “los países ribereños cosechen los numerosos beneficios compartidos que ofrece la cooperación transfronteriza.

La importancia de cooperar

Lo cierto es que, a pesar de que el rompecabezas de la inseguridad hídrica preocupa mucho a diplomáticos y expertos en relaciones internacionales, la “infraestructura” para evitar conflictos relacionados con el agua ya existe, en forma de tratados integrales apadrinados por Naciones Unidas. Son la Convención sobre la protección y el uso de cursos de agua transfronterizos y lagos internacionales (Convención sobre el agua), y la Convención sobre el derecho de los usos de los cursos de agua internacionales para fines distintos de la navegación (Convención sobre los cursos de agua).

Estas dos convenciones tienen un origen europeo ya que fueron elaboradas en la década de los 90 bajo la égida de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (UNECE) y estaban en un principio dirigidas a fomentar la cooperación ribereña entre países de este continente. Sin embargo, a pesar de llevar abiertos a naciones de cualquier otra parte del mundo desde 2003 y de los repetidos llamamientos de Naciones Unidas para integrarlo, a día de hoy ambos tratados apenas suman una cuarentena de ratificaciones cada uno.

La escasez de agua y la falta de saneamiento serán un problema para cada vez más personas a causa del cambio climático. | Albert Gonzalez Farran / UNAMID

Y eso que, según apunta el último informe de la propia ONU, “las ventajas de sumarse a estas convenciones son múltiples”. Por un lado, permiten “apoyar el diseño, desarrollo e implementación de acuerdos de cuenca” sin reemplazar los arreglos específicos entre países, ya que proporcionan un marco legalmente vinculante que facilita el que los países lleven a cabo sus actividades hídricas de manera “predecible y transparente”. Pero, sobre todo, ayuda a los países a “maximizar los beneficios de la cooperación transfronteriza” al incluir la lucha contra el cambio climático y los eventos meteorológicos extremos, salvaguardar la gestión sostenible del agua y la protección de los ecosistemas y proporcionar una distribución equitativa de los beneficios.

Por otro lado, las convenciones “suponen una plataforma común en la que compartir experiencias”, mejorar la capacidad nacional de gestión y promover la diplomacia del agua, lo que lleva a un fortalecimiento de la gobernanza del vital líquido tanto a nivel nacional como transfronterizo. Además, esta base legal y política suele llevar aparejada “un aumento de la financiación para el desarrollo de cuencas transfronterizas” y se traduce también en un mayor apoyo político a la cooperación transfronteriza a nivel mundial.

“La paz en nuestra era significa mucho más que la mera ausencia de guerra entre estados, ya que la paz actual requiere herramientas sólidas y sofisticadas para la seguridad y la cooperación. Por eso, a día de hoy, la seguridad del agua y los recursos de la gestión del agua representan la piedra angular de la prevención de conflictos globales”, explicaba hace tres años Danilo Türk, ex-presidente de Eslovenia y director del Panel mundial de Alto Nivel sobre Agua y Paz. Una visión que, lejos de apagarse con el transcurso del tiempo y la llegada de problemáticas más acuciantes como la pandemia de coronavirus, cada vez gana más fuerza en las organizaciones internacionales.

Una herramienta de prevención

En cualquier caso, y más allá de los tratados y convenciones, la clave para prevenir futuros conflictos relacionados con el agua puede estar también en la innovación tecnológica. Hace apenas un año, investigadores de seis organizaciones europeas lanzaban un sistema de alerta temprana para ayudar a predecir posibles conflictos por el agua a nivel mundial, un avance científico que ha continuado desarrollándose a pesar de la pandemia de coronavirus.

Esta herramienta de alerta temprana global, llamada Agua, Paz y Seguridad (WPS por sus siglas en inglés), combina variables ambientales como lluvias y malas cosechas con factores políticos, económicos y sociales para predecir el riesgo de conflictos violentos relacionados con el agua con hasta un año de anticipación. Aunque por el momento solo cubre África y Asia, la intención de sus desarrolladores es llegar a todo el planeta. Además, está disponible en línea para que lo use cualquiera, ya que su objetivo principal no es otro que el de crear conciencia sobre la magnitud del problema, especialmente en las regiones con estrés hídrico.

En el último informe trimestral, la WPS señala posibles puntos críticos en Mozambique, Chad, Irak, Afganistán y Sudán del Sur, apuntando en cada caso los principales motivos que podrían provocar un conflicto. Por ejemplo, en el caso de Mozambique, una gran sequía lleva afectando desde hace dos años todo el sur del país, mientras que el norte ha sufrido dos ciclones seguidos. Estos factores, sumados a la pandemia global de covid y a la presencia de terroristas e insurrectos en la zona central de Mozambique, están causando una importante inseguridad alimentaria e hídrica en todo el país, por lo que hay una “alta probabilidad” de que se produzca un conflicto interno relacionado con el agua.

Por el momento, la herramienta ya ha predicho con éxito conflictos de baja intensidad relacionados con el agua en países como Irak, Irán, Malí, Nigeria, India y Pakistán y los desarrolladores afirman tener una tasa de éxito del 86% en la identificación de zonas de conflicto donde podrían ocurrir al menos 10 muertes. Pero, incluso aunque este avance tecnológico predijera los conflictos con un 100% de efectividad, sus impulsores reconocen que su objetivo último no es otro que “sensibilizar, desarrollar capacidades y apoyar el diálogo” para poder sustentar “una acción coordinada eficaz”. Porque, sin una cooperación internacional sólida, no hay seguridad hídrica para todos.