Segunda filtración del Sexto Informe del panel de expertos de la ONU, en la que se señala que la única forma de evitar el colapso climático es apartarse de cualquier modelo basado en el crecimiento perpetuo
El segundo borrador del Grupo III del IPCC, el encargado de las propuestas de mitigación, afirma que hay que apartarse del capitalismo actual para no traspasar los límites planetarios. Confirma además lo que ya se adelantó en el artículo publicado en CTXT el pasado 7 de agosto: “Las emisiones de gases de efecto invernadero (GHG) deben tocar techo en como mucho cuatro años”. El documento reconoce también que hay muy pocas posibilidades de seguir creciendo.
Antes de entrar en el análisis, es preciso un poco de contexto: en 1990, el Primer Informe del IPCC todavía recogía que “el aumento observado [en la temperatura] podría deberse en gran medida a la variabilidad natural”. Ese debate fue cerrándose en los siguientes informes. Pero si pervivía alguna duda, el análisis del Grupo I del Sexto Informe –ya oficial– ha despejado cualquier incertidumbre. Elimina así cualquier posibilidad de réplica por parte de un negacionismo climático, ampliamente regado de dinero por los que más tenían que perder: los lobbies de los combustibles fósiles. La primera pregunta para resolver un misterio suele ser el clásico Cui Bono (¿Quién se beneficia?).
Aun siquiera logrando cambiar de rumbo, los científicos advierten: “Las transiciones no suelen ser suaves y graduales. Pueden ser repentinas y perturbadoras”. También señalan que “el ritmo de la transición puede verse obstaculizado por el bloqueo ejercido por el capital, las instituciones y las normas sociales existentes”, enfatizando la importancia de las inercias. Y sobre ellas añaden: “La centralidad de la energía fósil en el desarrollo económico de los últimos doscientos años plantea cuestiones obvias sobre la posibilidad de la descarbonización”.
Y llegamos a uno de los párrafos definitorios del informe: “Algunos científicos subrayan que el cambio climático está causado por el desarrollo industrial, y más concretamente, por el carácter del desarrollo social y económico producido por la naturaleza de la sociedad capitalista, que, por tanto, consideran insostenible en última instancia”. Aunque muchos lo han dicho antes, no creemos haber leído jamás nada tan clarificador en el informe climático más importante del mundo, que añade: “Las emisiones actuales son incompatibles con el Acuerdo de París por lo que es absolutamente obligatorio reducirlas de una forma inmediata y contundente”.
Diferentes escenarios de reducción de emisiones.
Estas metas, que implican un decrecimiento drástico de las emisiones y, por tanto, a corto plazo también de la producción de energía y del uso de materiales, son imposibles de lograr con el modelo actual. Además, el Grupo III vincula la reducción de las emisiones con el cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, acordados en 2015 por los países miembros de Naciones Unidas para su cumplimiento en 2030. A pesar de las contradicciones existentes entre los 17 ODS, entre ellos encontramos objetivos incuestionables como la reducción de la desigualdad y la protección de la biodiversidad, entremezclados con uno más polémico, dentro del propio informe: promover el crecimiento económico sostenible.
En el IPCC es costumbre no esconder el debate científico, y si en 1990 este giraba aún sobre las causas del cambio climático, tras 30 infructuosos años, podemos observar que la discusión oscila ahora entre aquellas posiciones que aún creen que se puede seguir creciendo y reducir las emisiones al ritmo necesario, y quienes vemos esto como otro tipo de negacionismo, más sutil, pero que en el fondo beneficia y es defendido por los mismos que antaño cuestionaban el origen del calentamiento global.
Con los sumideros de carbono de los ecosistemas en claro declive y las retroalimentaciones climáticas que se están desencadenando –lo que lleva a la Tierra a sobrepasar varios puntos de no retorno, como reconoce ya una amplia mayoría, y de ahí a un estado más caliente e inestable–, la única forma conocida de evitar el colapso climático es apartarse del modelo de crecimiento perpetuo.
El informe destaca que en cooperación internacional se ha identificado una “hipocresía organizada” en la que los acuerdos y afirmaciones no concuerdan con las acciones, lo que supone una de las barreras más importantes para la mitigación.
El IPCC también apela a no olvidar las lecciones no puestas en práctica de la covid-19. Lecciones que deberían servir para no cometer los mismos errores con el cambio climático, ya que las analogías son claras y directas. Los costes de prevención y acciones preparativas son mínimos comparados con los costes de los impactos causados. Retrasar las medidas tendrá costes crecientes muy difíciles de asumir.
De no actuar pronto los retos aumentarán de forma no lineal y con consecuencias imprevistas.
Vistas las cada vez más evidentes contradicciones del concepto de desarrollo sostenible, hablar de cualquier forma de desarrollo solo será posible si se deja de lado al PIB como medidor de riqueza, y se cambia a un modelo económico no tan basado en la competición. El único desarrollo sostenible es horizontal, no vertical. Es decir, reducir la desigualdad.
La competición ayudó a desarrollar la evolución de las especies, pero, tal y como demostró la genial microbióloga Lynn Margulis, es la cooperación la clave que explica los grandes saltos evolutivos. Ahora nos encontramos ante un precipicio dibujado por la intersección de las crisis ecológica y energética. Podemos tener vidas buenas con menos energía disponible (y a la vez tendremos menos carga laboral), pero el capitalismo no podrá sostenerse con menos energía sin finalizar su mutación a una especie de tecnofeudalismo. Solo si cooperamos, si entendemos que compartimos tantas cosas –entre ellas una atmósfera que no sabe qué es eso de las fronteras– podremos reaccionar y saltar lo suficiente como para evitar la caída.