El multimillonario sudafricano justifica los golpes de Estado para controlar recursos naturales como el litio en Bolivia. Y, sin embargo, mantiene su imagen de hombre clave para la transición ecológica
Elon Musk, el magnate de Tesla, SpaceX o Paypal, soltó hace unos días una verdadera bomba en Twitter, donde cuenta con más de 37 millones de seguidores: “Daremos un golpe de Estado a quien queramos, asúmelo”, le espetó a un internauta desconocido en un tuit que, cosa muy rara en él, ha borrado. El intercambio de pareceres era referente al derrocamiento de Evo Morales en Bolivia hace menos de un año. El país con mayores reservas de litio del mundo. En ese periodo de tiempo, las acciones de Tesla, una compañía que depende del llamado oro blanco para la producción de baterías, han subido alrededor de un 500%. Musk posee cerca del 20% del capital. Una frase que viene de maravilla para explicar este complejo tema con ramificaciones económicas y geopolíticas, la dijo él mismo, el flamante séptimo hombre más rico del planeta: “Está bien poner todos los huevos en una canasta, siempre y cuando uno controle lo que pasa con esa canasta”. Antes de borrar el tuit, aclaró que Tesla consigue el litio en Australia, aunque allí las reservas son mucho más exiguas.
Parece una tontería, ¿no? No es para tanto. ¿Quién no ha explotado alguna vez en redes sociales? A él ya le ha pasado varias veces. Como cuando dijo en marzo que temer al coronavirus era una tontería, o cuando desafió al cierre de su planta en California y pidió que si arrestaban a alguien, que fuera sólo a él. El empresario sudafricano tan afincado en Sillicon Valley que casi podría creerse que lo preside tiene serios problemas para contenerse. En septiembre de 2018 tuvo que abandonar la presidencia de Tesla durante tres años y pagar una multa millonaria (35 millones de euros) debido a una investigación abierta por la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC) tras unos tuits de principios de agosto en los que anunció que estaba planteándose que la empresa dejará de cotizar en bolsa. El organismo regulador consideró esos mensajes como un fraude para los inversores.
Quizá Musk pretende aparentar fortaleza para disfrazar sus debilidades. Y por eso, es un símbolo tan perfecto de este capitalismo agonizante, es el producto lógico de un sistema diseñado para poner los beneficios económicos en primer lugar y que se basa en la apariencia de éxito.
El millonario tiene también un carácter explosivo, que le ha hecho formar parte de la cultura pop. Apareció en Big Bang Theory, ha sido dibujado para South Park y los Simpsons, y hasta hizo un cameo en la película Iron Man.
No se puede negar que es un genio. Lo que no está tan claro es de qué tipo. Proveniente de una familia privilegiada en la época del apartheid, el debate sobre si es un superhéroe de nuestros tiempos o, más bien, el malo de la película crece en intensidad a cada tuit polémico que publica y a cada propuesta descabellada que sale de su cabeza. Uno de esos momentos que más le acercan a la posición de villano loco es cuando propuso bombardear nuclearmente los polos de Marte para hacer su clima más habitable. Como para fiarse de un tipo con esas ideas para llevar adelante los proyectos de neurociencia que pretende su empresa Neuralink. ¿Superhéroe o supervillano? Él mismo quizá te pueda ayudar a decidirlo.
Uno de los momentos que más le acercan a la posición de villano loco es cuando propuso bombardear nuclearmente los polos de Marte para hacer su clima más habitable
Que uno de los diez hombres más ricos del planeta, modelo para muchos que se llaman emprendedores, y supuesta clave en la transición energética – a acometer sí o sí en un planeta de recursos cada vez más finitos– diga claramente que apoya que se organicen golpes de Estado para apoderarse de recursos de países como Bolivia, no debería ser pasado por alto. ¿Qué es el ecofascismo, Elon Musk? El ecofascismo eres tú.
Pero no, él es el idolatrado hombre que nos llevará a Marte después de salvar la tierra en coche eléctrico cero emisiones. Seguro que habrá sido una broma, argumentan algunos de sus seguidores. En el caso de que así fuera, algo poco creíble, sería la broma de más mal gusto posible si tenemos en cuenta el historial de golpes de Estado financiados por EE.UU. en su patio trasero, América Latina. Y si además pensamos que el autor del chiste fue incluso asesor de Donald Trump y se codea con los halcones, cuervos, y buitres de la política mundial, poca broma. En su defensa podemos argumentar que al menos dejó de colaborar con el presidente norteamericano cuando Trump abandonó el acuerdo de París en 2017. Pero esa no es defensa suficiente.
Tesla no ha conseguido beneficios anuales desde su fundación pero acaba de sobrepasar a Toyota como la empresa con más valor de mercado del sector automovilístico
Y no puede olvidarse que, bajo la presidencia ‘interina’ de Jeaninne Áñez –la misma que recomendó rezar y ayunar para vencer a la pandemia–, Bolivia ha vuelto a abrir la puerta a empresas estadounidenses, vetadas por el gobierno de Evo Morales, quien antes de ser destituido y exiliado, tras una acusación de fraude electoral, que cada vez está más claro que no existió, negociaba con empresas alemanas y chinas la explotación del litio del país para que parte de los beneficios redundaran en el pueblo boliviano.
Además, hay otro factor que daría para un análisis más pormenorizado, el tema ya mencionado de la cotización de las acciones. ¿Es Tesla una de las mayores burbujas de la historia? La compañía no ha conseguido beneficios anuales desde su fundación pero acaba de sobrepasar a Toyota como la empresa con más valor de mercado del sector automovilístico. Aquí tampoco podía faltar un tuit de su dueño: en mayo señaló que le parecía que el precio de sus acciones era muy alto –en ese momento estaban en 780 dólares– y cayeron más de un 10% en un solo día. Dos meses después han estado por encima de los 1.700. Y si hay algo que da valor a la compañía son sus baterías, las mejores del mercado, las que más autonomía dan. Su principal activo, más allá de marketing o expectativas. Y las baterías están hechas con litio.El tema del oro blanco boliviano es muy complejo. Se parece al caso del poco rentable petróleo extra pesado de Venezuela. Bolivia tiene una gran cantidad de reservas de litio, de momento las mayores conocidas, pero las condiciones atmosféricas de Bolivia –llueve más que en Chile o Argentina– y la cantidad de magnesio que hay que depurar hacen menos provechoso el recurso que el que hay en otros lugares. No obstante, al litio le llamaron oro blanco por algo. Y como ocurrió con el negro, allí donde encontraron petróleo, u otros recursos clave, como el gas o el uranio, llegaron los problemas, o peor, las “guerras por la paz”. Salvo que seas una de las potencias que las ocasiona, claro. Que Bolivia y Venezuela se parezcan también en los frecuentes intentos por desestabilizar sus gobiernos no es casualidad tampoco. Por muchos defectos que Evo y Maduro tengan. Aunque no es posible explicar el interés en un cambio de gobierno sólo por el litio; en Bolivia hay otros recursos como gas natural o petróleo. En última instancia se trata de controlar bienes y lugares estratégicos para evitar que caigan en manos equivocadas por si la eficiencia de la extracción aumenta o el mercado evoluciona.
El ecofascismo simplemente es la respuesta del capitalismo al problema de la escasez. Su única mutación posible en un mundo de recursos cada vez más escasos
El capitalismo está entrando en una fase de cambios que puede ir hacia posiciones ecofascistas como la que abandera el accionista mayoritario de Tesla. Decía Walter Benjamin: “Nada ha corrompido tanto a los obreros alemanes como la opinión de que están nadando con la corriente. El desarrollo técnico era para ellos la pendiente de la corriente a favor de la cual pensaron que nadaban”. El ecofascismo simplemente es la respuesta del capitalismo al problema de la escasez. Su única mutación posible en un mundo de recursos cada vez más escasos si seguimos abrazando el mito del progreso y la religión del eterno crecimiento. Una religión que exigirá también crecientes sacrificios. Progresar en la dirección equivocada –hacia Marte, por ejemplo, cuando tu planeta lo que necesita es que se reduzca la huella ecológica– es mucho peor que quedarse quieto y cuidar del suelo que pisas y te alimenta.
AUTOR Juan Bordera