Una comparativa entre ingresos económicos y consumo de energía en 86 países muestra las grandes desigualdades que existen, tanto dentro de las naciones como a escala mundial.
Un nuevo estudio ha analizado la desigualdad energética para distintos rangos de ingresos en 86 países, desde los altamente industrializados hasta los más empobrecidos, revelando una disparidad extrema en las huellas energéticas, tanto escala nacional como global.
En el primer trabajo de este tipo, investigadores de la Universidad de Leeds (Reino Unido) han combinado datos de la Unión Europea y el Banco Mundial para calcular la distribución de estas huellas energéticas, así como en qué bienes y servicios con un importante consumo energético tienden a gastar su dinero los diferentes grupos según sus ingresos.
Los resultados, publicados hoy en la revista Nature Energy, muestran que la huella crece con el gasto y, como consecuencia, se distribuye de manera desigual. Entre todos los países y clases de ingresos analizados, el 10 % superior consume aproximadamente 20 veces más energía que el 10 % inferior.
Además, a medida que aumentan los ingresos, las personas gastan más en bienes que consumen mucha energía, como paquetes de vacaciones o automóviles, lo que genera una gran desigualdad energética. De hecho, los investigadores descubrieron que los consumidores de la franja 10 % superior gastan 187 veces más energía relacionada con el combustible del vehículo en comparación con el 10 % inferior.
Desigualdad energética extrema en el transporte
El transporte mostró una de las mayores desigualdades, ya que el 10 % de los mayores consumidores empleó más de la mitad de la energía relacionada con la movilidad, la gran mayoría basada en combustibles fósiles.
En contraste, los combustibles para casa, como los que se usan para cocinar y calentar, así como la electricidad se distribuyen de manera mucho más equitativa, con el 10 % de los que más consumen gastando ‘solo’ aproximadamente un tercio del total.
Los resultados muestran lo variados que son los bienes y servicios en términos de distribución y requisitos energéticos. Además, los investigadores también identificaron áreas clave donde se debe reducir el consumo.
El autor principal, Yannick Oswald, señala: «Encontramos que ninguna de las categorías de energía establecidas está libre de desigualdad o beneficia a las poblaciones en igual grado. Las categorías de consumo relacionadas con el transporte se encuentran entre las menos equitativas”.
“Sin reducir la demanda de energía de estos servicios –añade–, ya sea a través de gravámenes para viajeros frecuentes, promoviendo el transporte público y limitando el uso de vehículos privados o tecnología alternativa como los vehículos eléctricos, el estudio apunta que según mejoren los ingresos y la riqueza, nuestro consumo de combustibles fósiles en el transporte se disparará».
Desigualdad energética entre países
Los resultados también destacan la distribución desigual de las huellas energéticas entre países, con un 20 % de ciudadanos del Reino Unido dentro del 5 % de los principales consumidores de energía, junto con un 40 % de ciudadanos alemanes y un 100% de la población de Luxemburgo.
Mientras tanto, solo el 2 % de la población de China se encuentra en el 5 % superior de los consumidores energéticos, y solo el 0,02% de la población india.
Aun así, el 20 % más pobre de la población del Reino Unido consume más de cinco veces energía por persona que el 84 % más pobre de la India, un grupo de aproximadamente mil millones de personas.
La coautora del estudio, Anne Owen, señala: «Nuestros resultados demuestran que podemos medir y comparar las huellas energéticas de todo tipo de bienes y servicios en todo el mundo. Este tipo de investigación es muy prometedor para modelar las futuras implicaciones distributivas de las políticas climáticas y energéticas”.
«El crecimiento y el aumento del consumo continúan siendo los objetivos centrales de la política y la economía actuales –explica–. La transición hacia una energía cero en carbono se facilitará mediante la reducción de la demanda, lo que significa que los principales consumidores desempeñarán un papel importante en la reducción de su consumo energético excesivo».
Los autores advierten que sin reducciones en el consumo e intervenciones políticas significativas, en 2050 las huellas energéticas podrían duplicarse respecto a 2011, incluso aunque mejore la eficiencia energética.
Teniendo en cuenta las categorías de consumo examinadas, podría haber un aumento del 31 % atribuible solo al combustible de los vehículos y otro 33 % a la calefacción y la electricidad. Si el transporte continúa dependiendo de los combustibles fósiles, este incremento sería desastroso para el clima.
Sin embargo, el estudio sugiere que la desigualdad persistente se puede prevenir mediante una intervención adecuada. Las diferentes categorías requieren diferentes formas de acción: consumos intensivos de energía como volar y conducir, principalmente al alcance de los que tienen ingresos altos, se podrían regular a través de impuestos energéticos, por ejemplo, mientras que la huella energética de la calefacción y la electricidad se puede reducir con programas de inversión pública para modernizar las viviendas.
Otra de las coautoras del estudio, Julia Steinberger, líder del proyecto Living Well Within Limits y profesora también en Leeds, subraya: «Se debe considerar seriamente cómo cambiar la distribución enormemente desigual del consumo mundial de energía para hacer frente al dilema de proporcionar una vida digna para todos al tiempo que se protege el clima y los ecosistemas».
A medida que aumentan los ingresos, es más probable que los hogares o individuos gasten más dinero en bienes y servicios costosos energéticamente, como los viajes en avión o la compra de un automóvil grande que consume mucho combustible (productos del cuadrante sombreado rosa).
La calefacción y la electricidad son la única categoría de uso intensivo de energía que los hogares con todo tipo de ingresos consumen con frecuencia, ya que es un gasto inevitable para la mayoría de las personas.