Los incendios del siglo XXI podrían arrasar los Pirineos

Fuente: PUBLICO.ES

Los expertos advierten que el abandono del mundo rural y la emergencia climática han hecho aumentar la virulencia de los fuegos. Piden más medidas de prevención, reactivar la economía en el campo y una mayor conciencia de los riesgos de incendios entre la población.

El mundo científico hace décadas que advierte del peligro que corren nuestros ecosistemas con la emergencia climática. Ahora también sabemos que la apuesta por un modelo socioeconómico que da la espalda al medio ambiente todavía agrava más una de las principales amenazas para los bosques: los incendios. Y no cualquier incendio, sino los que en los últimos tiempos han vivido los australianos, los californianos o los portugueses, de una virulencia nunca vista y que pueden llegar a acabar con el 90% de un ecosistema. Son los llamados incendios de sexta generación, capaces de arrasar incluso con los Pirineos al completo.

A lo largo de las últimas décadas, los incendios han ido escalando de nivel según la cantidad de combustible acumulada en el territorio. «La forma más gráfica de explicarlo es imaginarse un campo baldío. Un campo de cereales que se abandona. ¿Qué le pasa?», se pregunta el miembro de la Fundación Pau Costa, Jordi Vendrell, que trabaja en el ámbito de la prevención y la investigación de estos fenómenos. Explica que en el momento en que la población rural se fue del campo para instalarse en la ciudad, no quedó nadie para parar los fuegos en buena parte del territorio: «Se empezaron a generar incendios con mucho campo por recorrer». Si estos fueron los de primera generación, después llegaron los de segunda: «Con más cantidad de combustible, con arbustos creciendo, la velocidad de propagación subió. Fue entonces cuando se optó por los cortafuegos». Y después, la tercera, en los 80 del siglo pasado, con todavía más intensidad: «Empezaron a aparecer árboles en estos campos. El fuego saltaba de rama en rama los cortafuegos».

Pero con el crecimiento de los bosques y una población rural a la baja, la acumulación de combustible continuaba creciendo y la intensidad de los incendios, también. La cuarta generación llegó con el surgimiento de las urbanizaciones: «Los bomberos tuvimos que cambiar el foco e ir a proteger la gente». Y la quinta generación, en paralelo, llegó con la simultaneidad de incendios: «Ya no podíamos concentrar los recursos en un solo objetivo».

Según estos especialistas, el salto más crítico llega ahora: «Los incendios de sexta generación son extremadamente violentos e implican ecosistemas enteros». La alta capacidad destructiva de estos fuegos viene provocada por las grandes columnas de humo que generan: «Son capaces de generar un pirocúmulo, una gran nube de humo», explica Vendrell. Este humo puede subir por la atmósfera hasta la tropopausa, convirtiéndose en una gran nube llamada pirocumulunimbus: «Se genera una nube grandiosa con gran cantidad de aire caliente, fluidos y gases. La atmósfera es capaz de aguantar el peso y el aire caliente se mantiene en equilibrio. Pero cuando este se rompe porque se hace de la noche o porque el incendio deja de quemar un poco, este peso se desploma sobre el incendio». Esto genera un reventón, un sistema de viento que cae hasta la superficie y que sopla radialmente con gran fuerza y expande las llamas: «Se pueden llegar a registrar vientos de más de 100 km/h sobre el incendio donde hay gente trabajando y huyendo de las flamas. Es extremadamente peligroso».

Los Pirineos, en peligro

Estos incendios son una de las grandes amenazas que asolan por ejemplo Catalunya, que ya está familiarizada con una gran variedad de fuegos por el cruce climático en que se encuentra: «Catalunya es una zona de transición entre el Mediterráneo y el Atlántico. Y entre la Europa continental y el Sáhara», explica Marc Castellnou, analista y jefe del Grupo de Refuerzo de Actuaciones Forestales (GRAF) de los Bomberos de la Generalitat, con una gran experiencia internacional en la extinción de incendios. Todavía no ha llegado aquí este nuevo fenómeno de gran capacidad destructiva, pero los expertos afirman que es una cuestión de tiempo. Por este motivo, el cuerpo de Bomberos se está preparando por si alguna vez hay de hacer frente, en especial en dos zonas de gran riesgo: los Pirineos y en el caso de la ciudad de Barcelona su entorno natural más próximo, Collserola.

«Los Pirineos y, en especial, el Prepirineo, es la región más sensible. Es una isla forestal, la primera que fue abandonada ruralmente. Se podría quemar todo el ecosistema en una solo bloque», explica Castellnou. La alta acumulación de combustible, la falta de población y de ganado que limpien la zona, el estrés por la emergencia climática y la idoneidad climática para que se genere fuego hacen de estas montañas un foco especial para los incendios de sexta generación.

El otro punto se encuentra en el ombligo del área metropolitana de Barcelona: Collserola. «Se ha protegido cómo si fuera un decorado para el uso y disfrute de la gente de Barcelona, pero ahora el bosque se ha envejecido y se ha cargado de combustible», explica Castellnou. El analista de incendios señala que la homogeneidad del bosque deja Collserola en una situación muy delicada: «Hacen falta diferentes columnas de bosque, joven, medio, viejo, alto, bajo… Un bosque es como una sociedad. Si todos sus miembros tienen 65 años, a la que haya un problema con este perfil de personas afectará toda la comunidad”. Castellnou insiste que es importante que la ciudad se implique en la prevención contra los incendios, aunque sea por su propia seguridad: «¿Barcelona paga impuestos para tener las calles limpias, no? Pues la ciudad también tiene que entender que está segura porque tiene un anillo agrícola alrededor que la protege ante el fuego. En California, el fuego quemó ciudades».

Vacunar los bosques con fuego

Con esta diagnosis hecha, los expertos creen que la solución no pasa por aumentar los recursos de extinción, sino por aplicar medidas preventivas. «Los bosques han estado recuperando terreno durante las últimas décadas. Esto no es malo, pero no se ha hecho ninguna gestión forestal», explica Castellnou. Por eso, una de las vías que se está empleando es la de «vacunar los bosques» con fuego: «Hacemos quemas prescritas, pequeños incendios para quemar el combustible mediante los cuales podemos evitar un fuego más grande», explica Vendrell, quien recuerda que el uso del fuego es una práctica ancestral en la Península Ibérica para gestionar los bosques.

Castellnou también ve importante que la ciudadanía tenga cultura de riesgos en relación a los incendios para evitar pérdidas humanas: «Si vives dentro del bosque tienes que saber que la casa se te puede quemar en un incendio y que la tienes que defender. Se tienen que aplicar medidas de autoprotección, como reducir la vegetación del entorno, saber cómo confinarse en caso de que haga falta o conocer las vías de salida rápida y segura por el bosque».

Por otro lado, también ven primordial devolver la vida al territorio apostando por la economía rural. Este es uno de los proyectos de la Fundación Pau Costa, que impulsa el campesinado de los alrededores de Girona para que el ganado limpie los bosques. Los productos ganaderos que limpian los bosques tienen la etiqueta «ramats de foc (rebaños de fuego)» y piden que la ciudadanía apueste por comprarlos, pero Castellnou recuerda que sin una apuesta por el campo más integral el problema no se solucionará: «Hace falta que los políticos impulsen la economía circular, y que hagan que la vida en el territorio sea posible».

Los bomberos, cansados de horas extra

Los bomberos denuncian la cantidad de horas extras que han tenido que asumir para aguantar la actividad del cuerpo, tal como afirma el representante sindical de CCOO Marc Guix: «Teníamos un límite de 350 horas extras el año que la Generalitat ha levantado. De hecho, hemos estado haciendo entre 600 y 700 horas ilegalmente.» Asegura que están estudiando llevarlo a los tribunales.
Además, Guix denuncia que no se está haciendo la prevención tan intensamente como afirma Castellnou: «Son equipos muy reducidos. En Barcelona, la hacen solo cinco personas». Cree que si quema Collserola, no habrá bastante efectivos para hacerle frente y critica que se haya eliminado la figura del vigía forestal: «Eran personas del territorio que conocían el terreno que vigilaban. Ahora los han sustituido por cámaras que sobreponen las imágenes en mapas para identificar las zonas».