Cada vez son más las empresas que están decididas a dejar de ser parte del problema y contribuir de manera honesta a la mejora del medio ambiente, el avance de la economía circular y la acción climática
No importa lo grande que seas, lo líder que seas, los beneficios que repartas. Da igual el empleo que generes o los aplausos que te brinde la competencia: tu desidia hacia el medio ambiente te delata. Y te condena. Crees que esto de la sostenibilidad es una entelequia, que tus clientes ni entienden ni valoran lo que significa ser sostenible. Piensas que lo fundamental sigue siendo ofrecer los mejores servicios o productos al mejor precio y que la responsabilidad es cuidar al cliente, no al planeta.
Seguro que reconocerán a muchas empresas en mis palabras. Incluso pensarán que estoy hablando de alguna en concreto. Pero no es así. Hoy voy a hablarles en positivo, y me dispongo a hacerlo con nombres y apellidos: como hago al señalar desde aquí a los irresponsables ambientales.
Esta semana he tenido la oportunidad de participar, bajo el más estricto protocolo de seguridad sanitaria, en el foro de sostenibilidad que organiza anualmente la revista Forbes y al que asisten grandes compañías de diferentes sectores. GSK, Telefónica, Sanitas, Bankia, Suez, Santander, Indra, Sap… Escuchando algunas de las intervenciones de sus representantes caí de nuevo en la cuenta de lo que he señalado aquí en varias ocasiones: que el compromiso con el cuidado del planeta no es patrimonio exclusivo de nadie.
Advertí complacientemente que aquello que venimos exigiendo desde hace tanto tiempo, la asunción de la responsabilidad ambiental por parte de las empresas, está empezando a suceder. Que cada vez son más las empresas –empresas de futuro y comprometidas con el tiempo que nos toca vivir– que están decididas a dejar de ser parte del problema y contribuir de manera honesta a la mejora del medio ambiente, el avance de la economía circular y la acción climática.
Hace unos años tuve oportunidad de descubrir hasta qué punto eso es así. Me estaba documentando para escribir Plastic Detox y, al profundizar en la magnitud del problema de la contaminación por plástico, insistía en proponer a los oyentes del programa de radio en el que colaboro medidas para reducir el consumo de plástico, como la de reducir el consumo de agua envasada para eludir el residuo del envase.
Empecé a recibir mensajes de seguidores que vivían en lugares donde el agua del grifo sabe a rayos, por lo que se veían obligados, muy a su pesar, a consumir agua envasada. Una oyente nos dijo que en su casa consumían agua mineral a través de un dispensador alimentado por unas garrafas que le pasaban a recoger una vez vacías, por lo que no generaba envases vacíos: es decir, no consumía plástico.
Ante aquella observación, la directora del programa me mandó que contactase con la empresa y averiguase cómo funcionaba aquello. Y lo que descubrí fue muy interesante desde el punto de vista medioambiental.
Esta semana una de las principales ponencias en el encuentro de Forbes fue la del máximo responsable de aquella empresa: Aquaservice. Sus palabras nacían de la convicción personal (eso se nota) y mostraban el firme empeño de la compañía de hacer empresa desde el máximo compromiso con las personas y el medio ambiente y el respeto a la naturaleza.
Aquaservice, que abastece de agua a más de dos millones de consumidores en toda España y tiene distribuidos por todo el territorio nacional más de 350.000 dispensadores, distribuye agua mineral en garrafas de plástico rígido que se entregan en depósito y se recogen a domicilio una vez vacías para, tras ser sometidas a un riguroso proceso de limpieza e higienización, entrar de nuevo en servicio. No hay residuo. Al final de su vida útil se reciclan al 100% para hacer nuevas garrafas. Ningún envase acaba en el entorno: no generan basuraleza.
Entregan cantimploras rellenables o vasos compostables para usar el dispensador. Su flota de camiones de reparto está formada por vehículos híbridos y eléctricos y el 30% de las rutas se cubren a pie mediante carretilla.
Se abastecen de energía 100% renovable: o bien generada por ellos mismos en las cubiertas solares de sus edificios o bien contratada a comercializadoras verdes que les garantizan dicho origen. Y por supuesto jamás explotan un acuífero por encima de su capacidad de recarga. «Nuestro principal objetivo –declaró Alberto Gutiérrez, su presidente– es ser neutros en carbono antes de 2030». El objetivo de la UE es alcanzar dicha neutralidad en 2050. Ser parte de la solución: esa es la cosa.
Quienes tienen a bien acudir a este rincón del diario para seguir el pulso de la naturaleza y conocer el estado del medio ambiente saben que nunca he dudado en señalar y nombrar a las empresas que muestran su menosprecio hacia el planeta. Por eso estimo oportuno hablar de vez en cuando en positivo y traerles también los ejemplos de aquellas empresas que, lejos del postureo climático y el greenwashing, están contribuyendo de manera veraz y efectiva a la transición ecológica de nuestra economía. Porque existen, y es bueno que los conozcamos y se lo reconozcamos. Y cada día son más. Como Aquaservice, elegida en el encuentro de Forbes como ejemplo de economía circular.
Hay muchos más casos reales de empresas que avanzan por ese camino. Algunos de ellos, más de una treintena, los he recogido en el libro Circulando hacia una nueva economía (Profit Editorial), que acaba de llegar a las librerías. También son muchas las empresas que podrían haber asistido al encuentro de Forbes para mostrar su compromiso real con el nuevo Green Deal europeo y los ODS de Naciones Unidas. Sin ellas sería imposible avanzar.
El problema es que todavía siguen siendo demasiadas –incluidas algunas de las más grandes– las que consideran el cuidado del medio ambiente no como un compromiso a asumir, sino como un obstáculo a esquivar. Son líderes con pies de carbón, pero están cada vez más solas, y cada día más acabadas.