Autores como Almudena Grandes, Carlos Pardo, Aroa Moreno Durán o Benjamín Prado señalan lecturas para pasar en buena compañía la cuarentena. Entre las obras destacadas están los versos de Emily Dickinson, los debuts de Elisa Ferrer y Alba Carballal o La novela de Genji, escrita hace más de mil años.
El confinamiento impuesto como medida de contención frente al coronavirus tiene unos extraños efectos sobre el tiempo: lo estira hasta el infinito por lugares insospechados y lo comprime en otros. Para tratar de controlarlo, o para pasarlo en buena compañía, o quizás para salir de casa un rato sin ser amonestado por los agentes —y quizás los vecinos—, diez autores proponen lecturas para pasar la cuarentena. Desde la doble recomendación de Almudena Grandes —un viaje entre España y Siberia— a la de Carlos Pardo —que viaja a la isla de Trinidad—, pasando por los versos de Emily Dickinson —mencionados por Aroa Moreno Durán y Benjamín Prado—, estos libros son una manera de recobrar el tiempo durante la reclusión.
Aroa Moreno Durán: poemas para el encierro voluntario.
«Creo que es un buen momento para volver a la poesía. Mi cabeza todavía no ha conseguido resituarse después del shock inicial de estos días», admite la escritora. «Aunque estoy segura de que lo hará. Pero esto me impide concentrarme en la lectura de novelas. Así que leo poemas». Recomienda particularmente los de Emily Dickinson (1880-1886), una mujer que decidió, cuenta Aroa Moreno, «encerrarse en su casa, no volver a cruzar el umbral de la puerta y reducir al mínimo las personas con las que interactuaba». Ella tiene a mano, en su biblioteca, la antología Crónica de plata, editada por Hiperión, que recoge un puñado de los cerca de 1775 poemas que escribió. «Es considerada una de las mejores poetas del mundo, cumbre con Whitman de la literatura norteamericana del siglo XIX», cuenta la escritora, «autora de una obra brillante y muy compleja atravesada por la soledad, lo trascedente y la obsesión con la muerte que hoy puede ayudarnos a revelar algunas claves sobre nosotros mismos».
Katixa Agirre: aventuras con Gerónimo
Los grandes espacios de la frontera entre México y Estados Unidos, las huellas de un tiempo que no existe, las aventuras en un espacio mítico. Eso propone la escritora Katixa Agirre cuando sugiere leer Ahora me rindo y eso es todo (Anagrama), del novelista mexicano Álvaro Enrigue, que ella misma está leyendo. «Cumple las tres características esenciales en estos tiempos: es largo, es bueno y te ayuda a evadirte», sentencia. En este libro de 464 páginas, el autor recorre el territorio en el que vivían los apaches antes de su exterminio y expulsión por parte del ejército estadounidense, en una mezcla entre wéstern, narración histórica y relato metaliterario.
Almudena Grandes: de aquí y de allá
Almudena Grandes no puede decidirse por un único título, así que deja dos, por si el confinamiento es más largo de lo esperado. Señala, por un lado, Temporada de avispas (Tusquets), de Elisa Ferrer, que ganó el último premio de la editorial. «Recuerdo pocos debuts tan apabullantes como el de Elisa Ferrer», alaba la escritora. La novela aborda la relación de Nuria con su padre biológico, al que perdió de vista hace años y que aparece de nuevo cuando se encuentra ya muy enfermo. «Una brillante mirada sobre la sociedad de ahora mismo», apunta Grandes, «con sus ternuras y sus desgarros, que no puede dejar indiferente a ningún lector».
Y luego le toca el turno a Zuleijá abre los ojos(Acantilado), de Guzel Yájina, «una novela sencillamente maravillosa» que sigue los pasos de Zuleijá, habitante de un pequeño pueblo de Tartaria en los años treinta del siglo XX. Para la novelista, la historia de una mujer «deportada a Siberia en los primeros tiempos de Stalin, que logra no sólo sobrevivir, sino también crecer, empoderarse y ser feliz en circunstancias durísimas» puede ser «una lectura estupenda para los malos momentos».
Lucía Miranda: un vistazo a la infancia.
Un libro «para todas las edades» que gustará especialmente a quienes vivan con niños. Esa es la recomendación de la dramaturga Lucía Miranda, que se decanta por Cuentos extraños para niños peculiares (Alfaguara), de Ransom Riggs, un libro «divertido» y «entrañable» que «se pregunta qué es lo normal». Riggs es también autor de El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares —adaptado por Tim Burton al cine—, y aquí recopila una serie de cuentos cortos que habrían sido pasados de generación en generación dentro de ese universo. El volumen se basa en el folclore popular para construir una suerte de tradición cuentística paralela, igualmente tocada por el humor, lo sobrenatural o incluso lo macabro. «Porque en estos tiempos distópicos tenemos ratos en los que se necesita un poco de magia«, dice Miranda.
Margarita Leoz: asuntos de familia.
En la Nochevieja de 1974, una mujer se entera de que está embarazada. Ese mismo día, el padre del bebé muere en un accidente de coche. Esas son las bases de la historia familiar de Galder Reguera, que en Libro de familia (Seix Barral) se adentra en la propia memoria, individual y común. Es el último libro que ha leído la escritora Margarita Leoz, y el que recomienda para pasar el confinamiento. «Narrado desde la emoción y la autenticidad, de una engañosa sencillez que nos atrapa y nos obliga a seguir leyendo», dice, «está estructurado en capítulos breves que se enlazan entre ellos con gran naturalidad». Un título «sobre lo que no supimos o no nos atrevimos a saber de aquellos a quienes amamos» y pensar, quizás, en los que quedan lejos.
Carlos Pardo: contra la prisa.
El libro que recomienda Carlos Pardo es «de esos que necesitan ir ganándose lentamente su tiempo». Se trata de Una casa para el señor Biswas(Debolsillo), de V. S. Naipaul —un Premio Nobel, avisa, «tan bruto en sus declaraciones como fino en sus libros»—. Este es un título, para el escritor y crítico literario, «honesto, duro y emocionante«, construido con «materiales más o menos autobiográficos»: es la historia del padre de Naipaul, desde su infancia paupérrima a su oficio como periodista. «A la vez, a través del inclemente estudio de la comunidad india de la Isla de Trinidad, Naipaul retrata como nadie la complejidad del mundo híbrido y subalterno en el que vivimos», apunta Pardo. No es su libro preferido del autor, pero sí el que más le emociona. No es poco para una cuarentena.
Llucia Ramis: mil años atrás.
La novela de Genji, de Murasaki Shikibu, fue escrita hacia el año 1.000 en Japón y es considerada por algunos —aunque hay competencia— la novela más antigua de la historia. Es la que recomienda la escritora y periodista Llucia Ramis para vivir una situación que parece cosa del futuro. Que deje a un lado los prejuicios quien se esté temiendo encontrarse con un libro aburrido: «Mil quinientas páginas llenas de aventuras, arrebatos, desamores, erotismo, traiciones, sagas familiares, luchas de poder y personajes fascinantes de la corte imperial japonesa», vende con convicción Ramis. La acción transcurre durante más de medio siglo, permitiendo ver cómo envejecen los personajes, y también hacerse conscientes de «la fugacidad de la vida«.
Benjamín Prado: la otra Emily Dickinson.
No es extraño que, en un momento de encierro, se mencione con frecuencia a Emily Dickinson, la poeta del confinamiento y la contemplación. Pero Benjamín Prado, escritor y colaborador de infoLibre, recuerda una faceta poco conocida de la autora. «Las dos pasiones de Emily Dickinson fueron escribir poemas y hacerse un herbario con las plantas de los bosques de Amherst», recuerda. «Dedicó a ambas cosas su vida». Ahora, su interés por el mundo vegetal puede conocerse un poco mejor gracias a la edición del sello Ya lo dijo Casimiro Parker, que en Herbario & antología botánica, recién publicado, recoge por primera vez el herbario de la autora. Junto a él, en «una edición realmente muy bella» a juicio del escritor, se recogen también algunos de sus poemas dedicados a árboles, plantas y flores.
Elisa Victoria: fríos parajes.
El título de En vísperas, de Iván Turguéniev, hace clara mención a una espera. Si ahora se trata de mantener la paciencia hasta el final de la crisis sanitaria, el autor ruso se refería al paso del gobierno del zar Nicolás I al de su sucesor, Alejandro II, que traería consigo una serie de reformas. Tanto estas como la novela fueron muy criticadas por los conservadores. Y esto es lo que propone la escritora Elisa Victoria, por dos razones: primero, «porque es un libro lleno de bonitos parajes que tal vez resulten refrescantes en estos momentos de reclusión», y segundo, porque «está todo hilado en torno a una tensión» que puede ser de ayuda para «mantener la conciencia despierta en tiempos de tribulación».
Darío Adanti: un poco de comedia.
«Una comedia en su sentido más exacto». Eso es para Darío Adanti, historietista, humorista y cofundador de la revista Mongolia, la novela Tres maneras de inducir un coma(Seix Barral), de Alba Carballal. «No es una comedia en el sentido pasatiempista, para matar el tiempo, para ocultar el drama», explica, «sino, más bien, una comedia en su sentido más exacto: aquella que destruye la máscara afectada de la tragedia para mostrarnos la verdadera cara de la experiencia humana». Adanti señala, además, que en el debut narrativo de Alba Carballal los barrios de la ciudad, concretamente de Madrid, son tan protagonistas como el resto de personajes. «¿Cómo no reírse de ellos, personajes y barrios? ¿Cómo no reírse de sus vicisitudes y desventuras si se parecen tanto a nosotros y nuestras propias vicisitudes y desventuras? ¿Y qué mejor para enfrentar el miedo que una comedia?».