La Gran Muralla Verde, un proyecto por y para África

Fuente: AGORA, DIARIO DEL AGUA

Los países africanos, con el apoyo de la comunidad internacional, están desarrollando un muro de vegetación de 7.000 kilómetros de longitud entre el Sáhara y la sabana con el objetivo de detener la desertificación

Aunque se dice que la Gran Muralla China es la única construcción humana visible desde el espacio, esta afirmación es más un mito que una realidad. Aunque su longitud supera los 6.000 kilómetros, su escaso grosor, de apenas cinco metros de ancho, impide que sea visible incluso desde la Estación Espacial Internacional, que se encuentra en la órbita terrestre baja. Sin embargo, hay otra infraestructura actualmente en desarrollo e inspirada por esta enorme construcción imperial que sí será visible desde la atmósfera. Solo que, a diferencia de su homólogala Gran Muralla Verde no estará hecha de granito o ladrillos, sino de árboles y arbustos.

La meta de este gigantesco proyecto es crear una barrera vegetal entre el desierto del Sáhara y la zona de la sabanaen lo que geográficamente se conoce como el Sahel. Se trata de la mayor iniciativa ambiental lanzada por y para los países africanos, con el objetivo de frenar la desertificación y degradación de las tierras al sur del Sáhara que provoca el cambio climático. Con más de 7.000 kilómetros proyectados, la Gran Muralla Verde será una vez completada la estructura viviente más grande del planeta, ya que tendrá tres veces el tamaño de la Gran Barrera de Coral. Recorrerá once países: Senegal, Mauritania, Mali, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Chad, Sudán, Eritrea, Etiopía y Djibouti.

El macroproyecto surgió en 2007, tras una reunión de la Unión Africana, pero empezó a convertirse en realidad en 2010. Aunque en un principio se ideó simplemente como una simple barrera de árboles, esta visión rudimentaria ha ido evolucionando hacia un enfoque integrado de gestión de ecosistemas, que busca crear un mosaico de diferentes sistemas de producción y uso de la tierra. Es decir, el objetivo ya no es sólo frenar la desertificación con árboles, sino mejorar la gestión y restauración sostenible de tierras secas y la regeneración de la vegetación natural, así como la retención de agua y medidas de conservación.

En la década que ha pasado desde su concepción, el proyecto ha ido avanzando como si fuera una bola de nieve. En un primer momento, la Gran Muralla Verde era sólo una iniciativa africana que contaba con relativamente pocos recursos para hacerse realidad, dada la situación económica de la mayoría de los países del Sahel. Sin embargo, con el paso de tiempo, se ha conseguido involucrar a un gran número de actores, incluidos gobiernos nacionales no africanos y organizaciones internacionales, pero también empresas y sociedad civil, que trabajan juntos bajo una coordinación panafricana para detener la degradación de la tierra.

De hecho, diferentes socios internacionales, como el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Banco Mundial (BM) o la Unión Europea, han movilizado inversiones sustanciales para avanzar en la implementación de la Gran Muralla Verde. Por ejemplo, hace apenas un mes, durante el One Planet Summit, el macroproyecto recibió más de 14.000 millones de dólares por parte del Gobierno de Francia y el Banco Africano de Desarrollo.

18 millones de hectáreas restauradas

Según se apunta en el último informe de evaluación sobre el progreso de la Gran Muralla Verde, elaborado por la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD) y publicado el pasado mes de septiembre, en esta última década se han restaurado casi 18 millones de hectáreas de tierra, la mayoría en Etiopía. Aunque esto supone apenas un 15% del total, el esfuerzo realizado ya ha tenido un gran impacto en la vida de millones de personas que viven en uno de los entornos más duros del mundo. 

Y es que 18 millones de hectáreas restauradas han sido suficientes para permitir que 11 millones de familias rurales puedan cultivar los alimentos que necesitan para sobrevivir cada año. Además, los ingresos de las actividades que se han podido recuperar gracias a este trabajo de restauración y conservación ascendieron a aproximadamente 90 millones de dólares en once países, lo que supone un total de 335.000 puestos de trabajo en labores como la propia restauración de tierras o la producción y venta de productos forestales no maderables.

Sin embargo, el mismo informe alerta de que el proyecto está encontrando algunas dificultades, entre las que se incluye una falta de coordinación entre los niveles internacional, nacional y regional o problemas de evaluación y monitorización en algunos países. Pero, sobre todo, las once naciones africanas que recorrerá la Gran Muralla Verde denuncian que la financiación es en general insuficiente, además de impredecible e insegura.

Aunque la débil estructura gubernamental que tienen muchas de ellas también tiene su parte de culpa: el informe señala dificultades para establecer una gobernanza adecuada que permita atraer y gestionar los flujos financieros, además de los desafíos que supone para muchas administraciones africanas el simplemente absorber una gran cantidad de fondos.

Una década para cumplir con lo prometido

Según apunta la UNCCD, para que la Gran Muralla Verde sea una realidad y se cumplan los objetivos de 2030, fecha en la que tiene que estar terminada, se necesita “ampliar con urgencia las actividades de rehabilitación y restauración de tierras”, especialmente en la zona central del Sahel. Y es que, si se quiere alcanzar una superficie total de 100 millones de hectáreas para 2030, es necesario aumentar el ritmo actual de restauración de tierras a 8,2 millones de hectáreas anuales, lo que supone triplicar la mejor tasa anual lograda hasta ahora.

En total, se estima que esta gigantesca infraestructura verde tendrá un coste de aproximadamente 4.000 millones de dólares por año, lo que supondría un total de entre 36.000 y 43.000 millones hasta 2030. Para lograrlo, afirman los autores del informe, será necesario mejorar la gobernanza de la Gran Muralla Verde y sus instituciones, continuar con la concienciación y recaudación de fondos a nivel global y acelerar el lanzamiento de proyectos concretos en países concretos. Además, hace falta crear un enfoque más estructurado que permita movilizar la financiación, reforzando las asignaciones de los Estados miembros y atrayendo fondos externos.

La Gran Muralla Verde es un movimiento de cambio. Las contribuciones para lograr sus objetivos provienen de todos los sectores de la sociedad, desde el agricultor que elige utilizar la agrosilvicultura para mejorar sus cultivos, pasando por las organizaciones benéficas que ofrecen programas de restauración a gran escala, hasta los esfuerzos del gobierno para lograr mejorar regiones enteras”, asegura Tom Skirrowpresidente de la ONG Tree Aid, que trabaja exclusivamente en la zona del Sahel.

Sin embargo, el tiempo se agota para lograr este cambio. El cambio climático ya tiene un impacto devastador en el Sahel, cuyas tierras degradan el doble de rápido que el promedio mundial. De hecho, a día de hoy la región experimenta sequías cada dos años, en lugar del ciclo típico de 1diez, lo que está empujando a millones de personas al hambre y la pobreza. Teniendo en cuenta que este 2021 ha arrancado la Década por la Recuperación de Ecosistemas de Naciones Unidas, terminar la Gran Muralla Verde es, en palabras del secretario general de la ONU, António Guterres, “una inspiración y una obligación”. Pero solo tenemos diez años para conseguirlo.