Todos estamos al cabo de la calle de la situación de emergencia climática. Por eso no entiendo cómo puede haber gente que no la tenga en cuenta, que siga como si nada
Mis vecinos son gente estupenda. Una pareja joven y actual, con dos niños pequeños: una familia encantadora. Se acaban de comprar un coche nuevo: un todoterreno, diesel. Tienen pinta de ser gente informada, con criterio propio, sabedora de lo que pasa en el mundo. Por eso me cuesta creer que no sean conscientes de la que tenemos liada ahí arriba por culpa del aumento de gases con efecto invernadero y de los graves efectos de la contaminación atmosférica que padecemos aquí abajo.
Respecto a este segundo tema, y teniendo en cuenta que tienen dos niños pequeños, me pregunto cómo se habrán quedado al conocer el estudio del ISGlobal publicado esta misma semana en la revista científica «Environmental Research» según el cual la contaminación del aire es la principal causa de los más de dos mil nuevos casos de asma infantil que se diagnostican cada año en la ciudad de Barcelona.
Hace unos años publiqué en este mismo rincón del diario un apunte al respecto que titulé El tubo de escape mata más que el volante en el que detallaba los perjudiciales efectos para nuestra salud y la del medio ambiente de las emisiones asociadas al tránsito de vehículos. Los datos desde entonces no han dejado de ir a peor.
Me pregunto si mis vecinos conocerán dichos efectos. Si sabrán por ejemplo que los informes sobre contaminación urbana señalan a los vehículos diesel como principales emisores de los contaminantes más peligrosos del aire que respiramos en la ciudad: dióxido de nitrógeno (NO2), partículas finas (PM2,5) y carbono negro (BC por su sigla en inglés Black Carbon).
A bordo de su flamante cuatro por cuatro con motor de gasoil, mi vecino exhibe una sonrisa y me hace así con la mano mientras arranca. Yo le devuelvo el saludo y tras marcharse calle abajo me quedo observando su humeante tubo de escape, como diría Serrat, «chupando un palo sentado/ sobre una calabaza». Así de inútil me siento.
Me consuelo a mí mismo con lo de «espera y verás», aunque en realidad se trata de un falso desahogo, pues esperar a que las cosas empeoren para demostrar que tenías razón es el mayor de los fracasos.
Seguramente en el concesionario le habrán contado que no se deje meter en cintura por los ecologistas, que el diesel es un coche ecológico. «Sabía usted –quizá le anotase el vendedor- que las emisiones de CO2 de un coche de gasoil son un 15% más bajas que las de el mismo modelo en gasolina». ¡Ah! esos vendedores de coches: que gran labor están realizando a favor de la industria para sacarse de encima el obsoleto stock de vehículos diesel en los concesionarios. «Aproveche ahora –me lo imagino abriéndole la puerta de su futuro cochazo- este modelo lo tenemos casi a mitad de precio». Además remataría con lo de que: «y ya sabe que el gasoil es más barato».
Lo que probablemente olvidó comentarle el comercial es que, tras el tirón de orejas de la UE a España por seguir primando el diesel mientras el resto de países avanzan hacia una movilidad más limpia y sostenible, la nueva Ley de Hidrocarburos va a provocar una fuerte subida del gasoil en nuestro país. O que buena parte de las principales ciudades están diseñando medidas para restringir el tránsito de coches como el que se acaba de comprar.
Pero todo eso no es excusa. La información ambiental está ganando cada día mayor presencia en los medios de comunicación. Las redes sociales prestan asimismo una destacada atención a los contenidos relacionados con el medio ambiente. Todos estamos al cabo de la calle de la actual situación de emergencia climática: de sus causas y las consecuencias de seguir ignorándolas. Por eso no entiendo cómo puede haber gente que no las tenga en cuenta, que siga actuando como si nada de lo que nos ocurre estuviera ocurriendo.