100 mil millones de toneladas de recursos: la economía global solo es un 8,6% circular

Fuente: EL AGORA. DIARIO DEL AGUA

Los recursos son cada vez más escasos pero eso no impide que consumamos más y más. En 2017 se superó por primera vez la barrera de los 100 mil millones de toneladas de recursos materiales usados, de los que un 8,6% viene del reciclaje o la reutilización

Los seres humanos consumimos cada vez más recursos. Y no solo lo hacemos de manera global, algo que sería lógico si tenemos en cuenta el crecimiento continuo de la población, sino que cada vez usamos más materiales por persona, la mayoría de ellos directamente extraídos de la tierra. La circularidad de nuestra economía no solo no mejora, sino que empeora: solo un 8,6% de lo producido a nivel mundial en el año 2017 -en el que por primera vez se ha superado la barrera de los 100 mil millones de toneladas de recursos- proviene del reciclaje o la reutilizaciónUna tendencia negativa que puede explicarse por tres factores clave: la continuidad de altas tasas de extracción, una lógica de acumulación sin fin de existencias y unos niveles muy bajos (aunque crecientes) de procesamiento final para reuso.

“Las noticias no solo son malas: son peores.” Esta lapidaria conclusión cierra el Circularity Gap Report 2020, un estudio que presentó la semana pasada la organización no gubernamental Circle Economy en el Foro de Davos (Suiza) y que se centra en analizar el estado de la economía circular a nivel mundial y recetar posibles avances. “A medida que el consumo aumenta en espiral, la capacidad de carga del planeta disminuye y la sostenibilidad sufre. Necesitamos desesperadamente soluciones transformadoras y correctivas“, explican los autores del estudio, que creen que los países “deben tomar la iniaciativa” y legislar para asegurar un mayor reciclaje y reutilización de los materiales.

00,6 mil millones de toneladas de recursos, un nuevo récord que supone 8 toneladas más de gasto que hace dos años, cuando se elaboró el último informe de este tipo. Una tendencia negativa que se ve reforzada por la bajada de la tasa de reutilización, que pasa de un 9,1% en 2017 al 8,6% actual. Y la situación, si se no se actúa, puede agravarse: el Panel Internacional de Recursos (IRP) pronostica que para 2050 el uso de material ascenderá a entre 170 y 184 mil millones de toneladas.

Aunque parezca lo contrario, esta situación de consumo y desperdicio continuo es novedosa dentro de la experiencia histórica del ser humano. Hasta el pasado relativamente reciente, nuestra economía mundial había estado operando de manera ampliamente circular. Hace sólo 200 años que las cosas empeoraron: cuando la Revolución Industrial presionó el botón de encendido del crecimiento global. Es cierto que la extracción de material ha impulsado el crecimiento de la prosperidad desde esa época, pero la bola de nieve del consumo no ha hecho más que engordar casi exponencialmente. De hecho, el uso global de materiales se ha más que triplicado, superando al crecimiento de la población y pasando de 26.7 mil millones de toneladas en 1970 a 92 mil millones de toneladas en 2017.

Una carrera de consumo sin fin que puede tener graves impactos en nuestro planeta, más allá incluso del anunciado agotamiento de recursos no renovables, como combustibles fósiles o minerales raros. “El camino hacia un futuro bajo en carbono es circular. De hecho, el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 1.5 °C por encima de los niveles preindustriales solo puede lograrse mediante una economía circular“, apunta el infome. Es decir, las agendas circulares y las políticas bajas en carbono son complementarias y se apoyan mutuamente.

Recursos y crecimiento

Las razones de que, por primera vez en la historia, más de 100 mil millones de toneladas de materiales ingresen a la economía mundial cada año son triples. En primer lugar, los sistemas de consumo que se están imponiendo a nivel mundial dependen principalmente de la extracción de materiales vírgenes, en lugar de hacer un mejor uso de los recursos existentes, para impulsar el crecimiento. Los combustibles fósiles, los minerales o incluso la extracción de biomasa son la base de un gran número de economías.

La segunda razón es que estamos agregando cada vez más materiales para aumentar nuestro stock de viviendas, infraestructura y maquinaria pesada a nivel mundial, que en conjunto se suministran para satisfacer las necesidades de una población creciente. Y en tercer lugar, nuestra falta de procesamiento y ciclos al final de la vida útil de los objetos y recursos utilizados, así como el diseño deficiente de los productos -lo que comúnmente se conoce como obsolescencia programada-, contribuyen a una linealidad que se perpetúa a sí misma y que solo exacerba la demanda de materiales vírgenes, comenzando así de nuevo toda la secuencia insostenible.

De los materiales que ingresan a la economía global cada año, la mayoría (52,6 mil millones de toneladas) está siendo utilizada por la sociedad como productos de corta duración que “fluyen”, como una manzana o un ciertos tipos de ropa, que tienen una duración de uso de un año como mucho. Los otros 48 mil millones de toneladas de materiales forman parte de las denominadas existencias a largo plazo, es decir, que duran, como por ejemplo los edificios y cualquier tipo de infraestructura o equipamiento de capital.

Sin embargo, no todo son malas noticias: en algunas partes del mundo, las tasas de recuperación están en aumento. Ya sea gracias a políticas gubernamentales integrales o a la innovación técnica de muchas empresas, la inversión dirigida a aumentar la eficiencia de los materiales, extender e intensificar el uso y permitir su recuperación al final de la vida útil avanzan a gran velocidad en algunas partes del mundo. Por ejemplo, la recuperación de residuos sólidos en Europa entre 2011 y 2016 aumentó en un promedio del 11%, con países como Suecia, Austria y Luxemburgo a la cabeza, ya que alcanzan con tasas de recuperación superiores al 80%.

Las tasas de reciclaje también han mejorado a lo largo de los años, aunque las políticas se centren por ahora sobre todo en residuos sólidos y excluyen en muchas ocasiones nuevas formas de retuilizar otro tipo de residuos como el agua, un área donde el informe asegura que hay lagunas tanto en legislación como en inversión.

Sin embargo, la tasa cada vez mayor de extracción de material significa que estas modestas mejoras en el reciclaje de residuos están siendo superadas por el gran volumen de materiales vírgenes que se obtienen y se utilizan para impulsar nuestro crecimiento. El rendimiento de los materiales secundarios, por lo tanto, simplemente no es suficiente para alimentar nuestra hambrienta economía por sí mismo.

Un reparto desigual

El informe no solo señala el enorme problema del aumento continuo de la extracción de recursos a nivel mundial, sino que también se encarga de repartir responsabilidades. Y lo hace clasificando los países en tres categorías: por un lado están los países “en construcción”, que engloba las economías más débiles; luego, se sitúan los estados “en crecimiento”, que agrupa aquellos con un desarrollo sostenido en las últimas décadas; y por último, aparecen los países “en transición”, es decir, las grandes potencias en cuanto a renta per cápita de la población y riqueza acumulada.

Como es lógico, los que más contribuyen al estado actual de las cosas son los países ricos, cuyo consumo de material es 10 veces mayor que el de los países “en construcción” y tienen por tanto una huella de carbono mucho mayor. De hecho, casi el 70% aproximadamente de los materiales que se consumen a nivel global son utilizados en estos estados, entre los que se incluye EEUU, Japón, Australia y casi todos países miembros de la Unión Europea. En el conocido como “primer mundo” se producen grandes volúmenes de residuos, aunque lo que procesan en el propio país generalmente se gestiona de manera relativamente eficiente.

Pero el problema no está ahí: con niveles de consumo que exceden lo que podría aguantar a largo plazo varios planetas como la Tierra, el verdadero impacto de los países más desarrollados se extiende mucho más allá de sus fronteras nacionales, incurriendo en enormes costes ambientales y sociales que en su mayor parte repercuten en otros lugares. Los autores del informe piden que “se dejen las políticas simples basadas en transferencias de capital” y “se asuman responsabilidades”, empezando por “incentivar la desmaterialización del consumo alineando sus regímenes fiscales con las ambiciones de sostenibilidad”.

Y es que la tendencia solo puede agravarse. Los países “en crecimiento”, como China, Indonesia, Brasil, México, Vietnam y Egipto, ya han experimentado un cierto grado de industrialización, que en general se espera que continúe debido a una combinación del aumento del nivel de vida y de la población. Esto se produce con un crecimiento en el consumo de recursos acelerado, con el objetivo último de alcanzar a los países más desarrollados, pero sin las infraestructuras adecuadas de gestión de residuos o reciclaje.

Además, la espiral de consumo que afecta en menor o mayor medida a estos países en crecimiento o ya desarrollados solo sirve para empeorar la situación relativa de los países “en construcción”. India, Bangladesh, Etiopía, Nigeria, Pakistán o Filipinas tienen una huella material per cápita baja, por lo que el impacto de sus actividades económicas  a menudo cae dentro de la capacidad regenerativa del planeta. Además, el capital natural, en lugar del capital humano, es su fuente dominante de riqueza, lo que significa que la atención se centra en la extracción y venta de materias primas que se exportan a otros países, mientras que la inversión en educación o sanidad es insuficiente.

Una lógica que perpetúa la pobreza y que es, además, profundamente injustaporque son precisamente los países más pobres los que se encuentran más expuestos al cambio climático y a las consecuencias de la contaminación por residuos. Tal y como concluye el informe “la economía mundial debe elegir entre ser circular o dejar de ser“. Si el consumo de materiales sigue creciendo, ya sabemos el final del camino que puede esperarnos.