El pasado 23 de junio ocurrió algo muy poco común. AFP (Agencia France Press) filtró parte del contenido del informe más importante del planeta: un resumen para políticos del Grupo II del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático) –el encargado de analizar los impactos del cambio climático–
La noticia dio la vuelta al mundo, y el titular que más se repetía –extraído del propio informe– era: “La vida en la Tierra puede recuperarse de un cambio climático importante evolucionando hacia nuevas especies y creando nuevos ecosistemas. La humanidad no”. La anomalía se ha repetido antes de cumplirse dos meses. Otra brecha en el antaño hermético IPCC, otra filtración.
CTXT ha tenido acceso al contenido de otra parte del Sexto Informe del IPCC, el organismo en el que científicos y científicas de todo el mundo, de diferentes áreas del saber, colaboran voluntariamente y por prestigio, en uno de los esfuerzos de cooperación internacional más esperanzadores que existen. En el IPCC buscan dar forma a una serie de informes que, últimamente cada 5-6 años, actualizan el conocimiento sobre el desafío –con dos caras que se entrelazan– más importante que tenemos: adaptarnos al caos climático que ya hemos generado, y dilucidar cómo transitar hacia una economía y un modelo energético que puedan perdurar en el tiempo. Sus esfuerzos se dividen en tres grupos para elaborar sendos informes que se relacionan entre ellos: Ciencia (Grupo I), Impactos (Grupo II) y Mitigación (Grupo III). Durante ese periodo también se publican informes parciales concretos.
La explicación de por qué están ocurriendo estas filtraciones no admite dudas: hay mucha gente dentro del propio organismo muy preocupada por la situación actual de emergencia, por la tibieza de algunas de las conclusiones de los sucesivos informes, y también por la manifiesta dificultad de plasmar en políticas las medidas propuestas. El IPCC lleva funcionando desde 1990, y desde ese momento hasta ahora no ha ocurrido otra cosa que un muy evidente aumento en las emisiones y en los efectos colaterales negativos, aunque esto sea responsabilidad de las inercias económicas, sociales y políticas. Por eso se está filtrando el contenido de los resúmenes para políticos, para evitar que se pueda maquillar mucho el informe en el proceso, y para llamar la atención sobre el mismo en una década en la que nos lo vamos a jugar todo.
¿Cuál es la situación actual? Muy resumidamente: no paran de sucederse récords de temperatura extraordinarios por todas partes, como el de Canadá hace un mes, donde se batió el registro anterior durante tres días consecutivos para llegar a cinco grados más de golpe, muy cerca de los 50ºC. También están ocurriendo inundaciones fuera de toda lógica, como las de Alemania, Bélgica o China, con cientos de desaparecidos y víctimas mortales, y por supuesto enormes daños económicos, además de tremendos incendios en buena parte del planeta. Estos últimos días le ha tocado a Grecia y a Turquía el boleto perdedor en la lotería climática. Una lotería en la que todos los países tienen muchos números y no habrá ningún ganador.
– “Sería necesario que las emisiones de CO2 lleguen a su máximo antes de 2025 y que lleguen al cero neto entre 2050 y 2075”. Esto implica mayor ambición en el corto y medio plazo, y acelerar las actuaciones y la implementación efectiva, que están chocando con obstáculos políticos, económicos y sociales. Aquello que puede ser más eficiente desde el punto de vista económico, puede ser políticamente inviable o éticamente inaceptable. Y esto es clave, los cambios deben tener muy en cuenta la desigualdad para ser aceptados (véase el caso de los chalecos amarillos).
– “No habría que construir ninguna nueva planta de carbón o gas, y las actuales deberían reducir su vida útil”, que es típicamente de más de 30 años, a alrededor de 10 años.
– Se reconoce que para conseguir el cero neto en las emisiones se necesita un cierto grado de captura y secuestro de carbono y eliminación de carbono (CDR-CCS-BECCS). Unas tecnologías que no están desarrolladas ni mucho menos, y que representan otra patada hacia adelante pensando que la evolución tecnológica vendrá siempre al rescate. Contradiciendo absolutamente uno de los principios básicos de la ciencia: el principio de precaución. Por si esto fuera poco, hay investigaciones que plantean dudas al respecto del potencial del suelo para almacenar tanto carbono. Más aún en un planeta que se calienta.
– “El cambio tecnológico implementado hasta ahora a nivel global no es suficiente para alcanzar los objetivos climáticos ni de desarrollo. Desde 2010 el coste de las tecnologías renovables ha disminuido por encima de las expectativas (especialmente la solar -87%, y las baterías -85%), pero en total, solar y eólica representan el 7% del suministro eléctrico.” Los avances esperados en otras tecnologías como la mencionada captura y secuestro de carbono, energía nuclear y CDR (eliminación de dióxido de carbono) han sido mucho menos esperanzadores.
–Se confía en poder hacer una transición del vehículo ligero de combustión al vehículo eléctrico, en tanto que para maquinaria pesada se reconoce que no hay aún tecnología apropiada (de ahí la cuestionable apuesta por el hidrógeno), y se debe investigar más. Se menciona explícitamente el riesgo de quedarse sin materiales críticos para baterías, pero se fía todo al reciclaje de materiales.
–El calentamiento global asociado a los distintos escenarios de emisiones publicados oscila entre menos de 1,5ºC y más de 5ºC para 2100 en comparación con los niveles preindustriales. Los escenarios de referencia sin nuevas políticas climáticas conducen a un calentamiento global medio de entre 3,3ºC y 5,4ºC. La temperatura media de la Tierra es de cerca de 15 grados centígrados. Aumentar solo dos grados sería como aumentar casi cinco grados en un cuerpo humano. Quizá esta comparación ayude a entender el porqué de tanta preocupación con los famosos dos grados. La estabilidad climática sería imposible y el riesgo para la vida enorme. El problema es que la trayectoria actual no solo va directa a sobrepasar esos dos grados, sino que desatará aún más los temidos mecanismos de realimentación, que de no accionar sin dilación los frenos de emergencia del sistema, nos llevarían a un cambio climático ya absolutamente desbocado. Pese a esto no hay que paralizarse, hay posibilidades de evitar los peores escenarios, aunque hay que actuar coordinadamente. Ya.
–“No es incompatible luchar contra la pobreza energética y el cambio climático. Esto es así porque los grandes emisores son los más ricos: el 10% más rico emite diez veces más que el 10% más pobre. Por eso aumentar el consumo de los más pobres hasta niveles básicos de subsistencia no aumentaría mucho las emisiones”.
–Destaca también la expansión de algunas actividades económicas intensivas en emisiones, por ejemplo “la aviación aumentando un 28,5% de 2010 a 2020”. Pese a ello, a estas alturas, el Gobierno español está dando millonadas alegremente para las ampliaciones de los aeropuertos de Barajas y el Prat. Si se siguen los sucesivos informes que irá haciendo públicos el IPCC en los próximos meses, estos proyectos deberán verse como el absoluto sinsentido que son, salvo para los que se lucran con ellos. Evitar estas ampliaciones sería un buen punto de inflexión positivo, que podría significar un cambio de dinámica.
–Reconocimiento de que hay un problema irresoluto con los plásticos.
En cuanto a las medidas y pasos a dar, el informe destaca que no hay un mecanismo único de políticas o sistemas de gobernanza que por sí solos puedan acelerar la transición necesaria. Haría falta una combinación de éstas que será diferente en cada contexto.
Ejemplos de mecanismos serían los legislativos, que puede incentivar la mitigación proporcionando señales claras a los distintos actores, mediante el establecimiento de objetivos; o la creación de instituciones y mecanismos de mercado, como poner precio al carbono siempre que se tenga en cuenta la justicia social. Otros factores que pueden ayudar serían los movimientos sociales climáticos –el IPCC está reconociendo la labor de las huelgas por el clima–, que ayudan a provocar el aumento de otro de los factores clave: un alto porcentaje de gente comprometida. También se incide en que las medidas para conseguir reducciones tienen que ser cambios de comportamiento social: menos transporte, relocalización del trabajo, dieta más vegetariana, etc.
Ahí podemos entrever el pequeño/gran fallo del organismo, que por definición parece difícil de resolver y que hará que estas filtraciones se sigan produciendo: el IPCC funciona buscando consensos amplios, lo que dificulta que los posicionamientos más atrevidos sean tenidos en cuenta en el informe final, y no hablamos de científicos radicales solitarios: además de la Agencia Europea del Medio Ambiente, Nature, una de las revistas académicas más prestigiosas del mundo ya ha publicado estudios evidenciando que la única “solución” tanto para la transición energética como para la emergencia climática pasa por asumir que seguir creciendo sin causar más daño es obviamente imposible, y en consecuencia hay que planificar una estabilización y/o un decrecimiento de la esfera material. Repartir para vivir bien, pero dentro de los límites.
Recientemente, el barómetro de consumo responsable francés ha demostrado que la opinión pública está más abierta de lo que muchos quieren hacer creer. El 52% de los franceses creen que hay que abandonar por completo el modelo basado en el mito del crecimiento infinito. Así que la esperanza de que se trabaje en la línea de aceptar el problema y al mismo tiempo trabajar para remediarlo mundialmente de la manera más justa posible aumenta, a medida que decrecen nuestras posibilidades de seguir creciendo sin estrellarnos en el intento.