Futuros sobre el agua: la Bolsa o la vida (una vez más)

Fuente: CTXT

Al ser un mercado regulado y con precios transparentes, llegarán nuevos inversores y, si la oferta es la misma, no hay que ser economista para asegurar que el precio del agua subirá

Cuando los bandoleros de Sierra Morena instauraron la famosa frase de “la bolsa o la vida” no pensarían que, siglos después, gobiernos de medio mundo elegirían lo primero. 2020 ha sido el año de poner las cartas sobre la mesa. Por un lado las personas, perdiendo sus vidas por cientos de miles, por otro, los mercados financieros. La semana pasada, coincidiendo con el récord de muertes diarias desde el inicio de la pandemia, la Bolsa americana conseguía el trío de ases, es decir, superar los máximos históricos de sus tres principales índices: el Dow Jones, el Standard and Poors 500 y el tecnológico Nasdaq.

Por eso, porque la elección por la Bolsa ha invadido las instituciones, cuando esa misma semana comenzaron a cotizar los futuros sobre el agua en Estados Unidos, el organismo regulador lo calificó como “una cosa realmente buena”. Pero lo realmente bueno fue que se quedó prácticamente sólo en ese calificativo.

Pese a que la noticia se recogió en muchos medios, no se produjo el habitual finanwashing. Primo hermano del greenwhasing, consiste en blanquear la financiarización de todo aquello susceptible de convertirse en objeto de inversión con la excusa de que el mercado es quien mejor asigna los recursos.

El tratamiento de la noticia ha sido muy neutroaquí y aquí también, con un mayoritario y monótono “El agua empieza a cotizar en el mercado de futuros de Wall Street junto al petróleo y el oro”. Aquellos medios que al igual que CTXT dependen de sus suscriptores para existir, como Climática (La Marea) o El Salto, tuvieron libertad para reflejar los aspectos más negativos de esta vuelta de tuerca a la mercantilización de un bien tan básico para la vida. Pero incluso medios financieros destacaron también opiniones contrarias como la del relator especial de la ONU para el derecho humano al agua. Son buenas noticias.

Aún así, siempre queda algún defensor a ultranza de la oferta y la demanda como mejor regulador de todo y por supuesto el último abrevadero donde encontrar “expertos”, en este caso brokers de compra venta de futuros que viven de eso.

El último informe anual de la FAO, la Agencia para los Alimentos y la Agricultura de Naciones Unidas está repleto de datos dramáticos:

−  El agua dulce disponible por persona ha disminuido más de un 20% en las últimas dos décadas.

−  Más de 3.000 millones de personas viven en áreas agrícolas con gran escasez de agua.

−  En América Latina, el agua por persona ha disminuido un 22%, en el sur de Asia un 27% y en África Subsahariana un 41%.

−  El 41% del riego mundial se produce a costa de los ecosistemas.

−  Los biocombustibles requieren de 70 a 400 veces más agua que los combustibles fósiles que reemplazan.

Pese al Objetivo 6º de los OSD de la ONU para 2030: Garantizar la disponibilidad de agua y saneamiento para todos, miles de millones de personas carecen de esos servicios básicos. Según Naciones Unidas, “en el mundo, una de cada tres personas no tiene acceso a agua potable salubre, dos de cada cinco personas no disponen de una instalación básica para lavarse las manos con agua y jabón, y más de 673 millones de personas aún defecan al aire libre”. La covid-19 ha puesto de manifiesto la importancia vital del saneamiento, la higiene y el acceso a agua limpia para salvar vidas.

A la vista de estos datos, es la propia ONU quien advierte de que comercializar el agua en el mercado de futuros de Wall Street viola los derechos humanos básicos.

¿Por qué es tan grave el lanzamiento de estos futuros si ya se compraban y vendían derechos sobre el agua en California?

Podríamos pensar que si estos nuevos futuros se vinculan a un índice que ya existía, el Nasdaq Veles California Water Index, y ese índice es una media de las compraventas de derechos de uso del agua realizadas cada semana en California, el uso del agua ya estaba mercantilizado porque es el mercado quien determina su precio. Y es correcto, pero los futuros son un paso más, son la herramienta que permitirá acceder masivamente a este mercado a nuevos inversores. Con menos distancia de la que tenemos en el mercado para escoger peras o manzanas tendrán a un click de ratón, junto al oro, petróleo, cobre, maíz, soja, aceite de palma, acciones, divisas, bonos, etc., la posibilidad de comprar para sus carteras los futuros que deseen representando millones de metros cúbicos de agua.

En el mundo, y especialmente tras las intervenciones de los bancos centrales en respuesta a la crisis económica causada por la covid-19, los mercados financieros están inundados de liquidez. Esto es, de dinero público inyectado a inversores y grandes corporaciones, con la teoría de que por “filtración” acabará llegando a la economía real. Pero en lugar de eso, la realidad es tozuda en demostrar que esos gigantescos fondos invaden cada vez más nichos del planeta y de la vida allí donde intuyen una oportunidad de revalorización. Y el agua no será una excepción. Blackrock, la mayor gestora de fondos del mundo, gestiona (es decir tiene que invertir) 6,5 billones de euros, unas 5,4 veces el PIB de España, y ya tiene productos de inversión basados en el agua. Si los fondos de Arabia Saudí o Qatar que nadan en petróleo invierten en renovables en medio mundo, ¿cómo no van a invertir en agua?, por ejemplo.

Los futuros permiten cosas esenciales para estos grandes inversores. Lo primero, estandarizan lo que se negocia. Ahora será posible comprar y vender contratos idénticos (cada futuro representa 1,23 millones de litros de agua), que cotizan en un mercado electrónico y todos los participantes saben qué están comprando. Además, pueden comprar y vender cada futuro tantas veces como deseen, incluso en el mismo día. Y ni siquiera necesitan disponer del dinero, sólo de una pequeña parte que aportar como garantía, entre un 5% y un 10%. Y por ser un mercado organizado, con precios transparentes, regulado y con supervisores, conlleva una seguridad que permite invertir a todo un universo nuevo de inversores.

Nuevos inversores significa más compradores, más demanda. Si la oferta es la misma, no hay que ser economista para asegurar que el precio del agua subirá. Según los “expertos” esa subida alcanzará un punto en el que incentivará nuevas inversiones en desaladoras, más exploración de acuíferos y mejoras de la red. Y es cierto, pero parte de una premisa indeseada: que debe aumentar el precio. El precio de un bien vital cuyo acceso debe ser universal. ¿Dejaríamos que el mercado pusiera precio a los órganos humanos? ¿Querríamos tener futuros sobre la sangre?

Enfrentarse a la escasez de agua no puede pasar por dejar que, vía precio, se asigne a quién más pueda pagar, a las industrias cuyos márgenes de beneficio sean mayores o a los cultivos más rentables.

Un conocido informe de Citigroup de 2017 ponía los mimbres de lo que la semana pasada terminó siendo realidad. Señalaba que “fijar el precio correcto al agua empujaría a la gente a desperdiciar menos, contaminarla menos e invertir más en infraestructuras”.

El mismo argumento que con los plásticos, donde en lugar de obligar a los productores a reducir su uso se carga la responsabilidad sobre los consumidores. Un sistema pernicioso gestionado por Ecoembes, la “patronal” de generadores de plásticos donde se practica libremente el greenwashing.

Citi comenzaba exponiendo la problemática de la escasez del agua, sus causas y sus consecuencias. No dista mucho de cualquier informe de Naciones Unidas. Sin embargo, a medida que avanzamos, descubrimos una orientación diferente.

Concretamente sobre los futuros, el título de la página 32 revela la razón principal por la que crear futuros sobre el agua: “Water as an Asset Class” (“El agua como una clase de activo”). Y afirma: “el agua es escasa, medible y no perecedera, por lo tanto es un activo para invertir”, preguntándose “por qué no vemos más mercados de instrumentos, como los futuros, sobre el agua”.

Explica que no existe un mercado global, como en el petróleo, por la fragmentación de los mercados de agua y la falta de conexión física entre ellos. Pero apunta una previsión alarmante: igual que los mercados de gas estaban físicamente desconectados y se han ido integrando mediante gaseoductos, plantas de licuefacción y flotas de GNL, con el agua sucederá lo mismo. Esto, para los que piensen que los futuros no importan porque no puede trasladarse el agua. Más aún, el informe prevé que en 25 o 30 años las energías renovables habrán hecho caer en desuso las megainfraestructuras actuales de gas y petróleo y estarán disponibles para el comercio de agua. Sinceramente no parece desencaminado. Salvo que el sustituto que ha propuesto para esos gaseoductos la industria de los combustibles fósiles es otro: el hidrógeno, ya sea verde, azul o negro como el carbóny los gobiernos se lo han comprado.

Eso sí, para que merezca la pena invertir en adaptar esas infraestructuras el agua debe ser “adecuadamente” valorada. Un precio “adecuado” atraería inversiones masivas en desaladoras, buques de transporte, canales para trasvases, etc. El sueño de ingenierías y constructoras, una vez más.

Es muy recomendable este informe, en el que el agua para consumo urbano se trata en el apartado “Otros usos del agua”. Emocionante el capítulo del agua “producida”, aquella que aflora del subsuelo tras ser inyectada previamente para extraer petróleo y gas o en la minería. Señala que actualmente es la mayor fuente de “producción” de agua del mundo, aunque reconoce que repleta de sustancias tóxicas. Frente a la extracción de petróleo convencional, que deja el agua en el subsuelo, recomienda el fracking porque permite recuperar el agua, aunque contaminada. Y añade que hay un punto en que el fracking llega a generar más cantidad de agua de la que consume.

El responsable de este informe precursor de los futuros del agua fue Willen Buiter, economista jefe mundial de Citigroup entre 2010 y 2018. Ha prestado sus servicios en sitios tan diversos (o no) como Goldman Sachs, el Banco de Inglaterra, el FMI, el Banco Mundial, el BID o la Comisión Europea. Seguramente por eso, pese a la agradable sonrisa de su foto, denota cierta falta de empatía cuando el periodista le pregunta en este corte del documental Los Señores del Agua por la razón para lanzar futuros sobre el agua.

Podemos seguir apostando por la Bolsa, pero entonces será inevitable que, como le sucede a Cristopher Walken frente a Robert de Niro, en la famosa escena de El cazador, antes o después en el tambor haya una bala.