Los suecos introducen el término köpskam para denominar la ‘vengüenza por comprar ropa nueva’, un sentimiento que comparten cada vez más personas. Las redes sociales son el escaparate perfecto para las marcas de ropa donde mostrar las novedades y últimas tendencias de cada temporada, y hacen todo lo posible para que nos resulte irresistible comprarlas.
Pero las marcas deben prestar atención al cambio de mentalidad que se está produciendo en la sociedad frente al coste medioambiental que esto supone. En los últimos 15 años ha habido un importante crecimiento de la demanda textil con la aparición de la ‘fast fashion’ (moda rápida) que ha agudizado nuestros impulsivos y poco éticos hábitos de consumo.
Por lo general es ropa muy barata y de mala calidad. Este sistema de producción, distribución y uso del textil requiere extraer numerosos recursos no renovables para adquirir ropa que utilizamos una media de 7 veces, y dejamos olvidada en el armario hasta que nos deshacemos de ella. Hemos estado comprando ropa prácticamente de usar y tirar, diseñada en un país, fabricada en otro y vendida por todo el mundo.
Surge en suecia el concepto köpskam para definir el sentimiento de ‘vergüenza al comprar ropa nueva’. Sabemos que la industrial textil y de calzado provoca grandes cantidades de emisiones de CO2, el 10% a nivel mundial, y, aún así, seguimos comprando y comprando.
Además, los problemas medioambientales de la ‘fast fashion’ van acompañados de otros problemas como la explotación laboral en los países donde se fabrican la mayoría de las prendas.
Según el informe de Ellen Macarthur Foundation, Una nueva economía textil: el rediseño del futuro de la moda, cada segundo desperdiciamos la cantidad de ropa que cabe en un camión de basura, lo que al año es un total de 16.000 toneladas de ropa.
Al año se pierden unos 500 mil millones de dólares debido a la cantidad de ropa que es desechada y la falta de reciclaje, y la producción de textil supone 1.200 millones de toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero al año. Esto supone una cantidad superior a la de todos los vuelos internacionales y el transporte marítimo juntos.
La ropa de segunda mano poco a poco está consiguiendo mayor aceptación en todo el mundo. Los jóvenes son quienes están dando este cambio de mentalidad y asumiendo que debemos cambiar individual y globalmente, ya que los procesos de fabricación de las industrias textiles deben sufrir una transformación: apostar por materias primas recicladas o ecológicas, cumplir los códigos éticos, reducir la contaminación…
Un ejemplo de ello es lo que le pasó a la marca de ropa Forever 21, acostumbrada a vender ropa ‘low cost’, se declaró en septiembre en bancarrota debido a que los jóvenes ya no quieren comprar ropa de marcas que dan la espalda a la sostenibilidad.
Autora: Alicia Maestre Ducar Fuente: #PorElClima