La vergüenza ajena por los galgos españoles: MARCA ESPAÑA

Fuente: PUBLICO

Numerosas asociaciones extranjeras se hacen cargo de los miles de galgos que cada año son abandonados y maltratados en España.

Primero fueron las manifestaciones ante el Parlamento Europeo en Estrasbugo. Después una multitudinaria marcha en Berlín o una manifestación en la que cientos de personas protesten en la ciudad alemana de Frankfurt junto a sus perros. Son galgos y podencos españoles rescatados por las asociaciones tras finalizar la temporada de caza y trasladados a otros países europeos, a veces incluso a Estados Unidos, en busca de una vida mejor. Aquí, tras años de duro entrenamiento para competir corriendo detrás de las liebres, muchos son abandonados a su suerte, en el mejor de los casos. Otros aparecen ahorcados, degollados, tirados en pozos u atropellados en las cunetas.

La cantidad de galgos víctima de estos abusos en España es tan grande que las asociaciones protectoras se han visto obligadas a buscar adoptantes en otros países, que en muchas ocasiones cuentan incluso con organizaciones específicas para la adopción de esta raza canina autóctona de nuestro país. Es el caso de la francesa CREL, la norteamericana SPCA International-Global Animal Rescue, o de la alemana Galgo-Voice, convocante de la manifestación de este fin de semana, pero hay muchas otras.

Su existencia es una prueba más de la reputación de España como país europeo del maltrato animal: nuestro país es el único Estado miembro que todavía permite la caza con galgos. Otros países donde esta práctica también era común, hace décadas que la prohibieron. Entre ellos Alemania, donde no es legal desde 1952; o Bélgica, desde 1995. También Escocia terminó con su uso cinegético en 2002 y Reino Unido lo hizo en 2004.

“Es imposible dar salida a todos los galgos que buscan adopción sólo en España. Las asociaciones están absolutamente saturadas de perros. En nuestro caso, el 90% de los que nos llegan son trasladados a asociaciones extranjeras”, dice en conversación con Público David Rubio, portavoz de la plataforma NAC (No a la Caza) y voluntario en la fundación sevillana Benjamín Mehnert, una de las que más galgos recogen en toda España. Asegura que la fundación da a adoptantes extranjeros unos 1.000 galgos al año y que otros 500 se quedan en lista de espera.

“Para mí pasa como con la tauromaquia. Somos una mancha en Europa”, dice por su parte Lali Cabot, de RICMA (Repulsa Internacional contra el Maltrato Animal).

Todas las asociaciones exigen ya no sólo la abolición de la caza con galgos, sino que al menos exista un control sobre la tenencia y la cría de estos animales, así como un recuento de los galgos con los que se empieza y se acaba la temporada.

Este es uno de los problemas más acuciantes, porque ni siquiera existen cifras oficiales de lo que ocurre con estos animales, más allá de los recuentos que hacen las asociaciones individualmente, o de las estadísticas del Seprona (el servicio de protección a la naturaleza de la Guardia Civil) que sólo hace el recuento de los casos en los que ellos intervienen (62 galgos abandonados en 2013, uno ahorcado y siete apaleados). Según la fundación Affinity, que es la única que recopila los datos de las asociaciones, el 10% de los 104.501 perros que se abandonaron en España en 2015 se debió al fin de la temporada de caza, lo que acercaría la cifra a unos 10.450 perros de caza al año. Pero David Rubio asegura que muchas protectoras, como en la que él trabaja, no están incluidas en el recuento. Las asociaciones cifran en 50.000 el número de galgos abandonados cada año en nuestro país.

La Federación Española de Galgos, que agrupa a los galgueros federados de España, niega tajantemente estas cifras, asegura que los casos de abandono son debidos a los robos de los furtivos y se acoge a las estadísticas del Seprona. En una carta abierta publicada por el presidente de la Federacion Castellano Leonesa de Galgos, Óscar Hernández, este asegura que todos los galgos de los federados están registrados desde nacimiento y acusa a las asociaciones animalistas de lucrarse con la adopción de los animales.

La caza con galgos no utiliza al animal como acompañante del cazador, sino que es una modalidad cinegética en la que son los propios perros los que compiten entre ellos para atrapar a una liebre suelta por el campo. Normalmente son útiles durante los tres o cuatro primeros años de vida, antes de que el envejecimiento y el desgaste les hagan perder velocidad. Aunque gana el perro que consigue atrapar a la liebre, este tipo de caza se ha convertido más en un espectáculo al aire libre en el que lo que se valora es la pureza de la carrera, regida por estrictas normas que los galgos aprenden a seguir.

El galgo se utiliza como herramienta para cazar, no hay empatía con el animal, no es visto como un ser vivo, sino como una herramienta. Cuando ya no sirven, se deshacen de ellos”, critica Anna Clements, directora de SOS Gagos.

Lali Cabot denuncia además que muchos de ellos son entrenados durante horas atados a los coches, una práctica que sólo está prohibida en algunas provincias, porque no existe una normativa estatal sobre maltrato animal.

Denunciar los casos de abandono y maltrato para condenar a los culpables también es difícil, porque según coinciden todas las protectoras, en la mayoría de casos los perros o no llevan microchip o se los arrancan.

SOS Galgos, afincada en Espluges (Barcelona), aboga por un cambio legislativo y por la educación como las únicas herramientas de cara a prevenir futuros casos. Entre rescate y rescate, imparten talleres en varios colegios de la zona sobre bienestar animal y tenencia responsable.

“Es importante que los niños sepan lo que supone hacerse cargo de un animal, la importancia de tenerlo bien cuidado. A través de la educación llegas a las familias del alumno y haces un efecto eco”, sostiene Clements.