Las últimas grandes crisis económicas no ayudaron a luchar contra la crisis climática

Fuente: PUBLICO.ES

La crisis del 74, la de la deuda del 81, la caída de la URSS o la gran recesión de 2008 vinieron acompañadas de un descenso de las emisiones de CO2. Sin embargo, fueron caídas puntuales que no cambiaron la tendencia creciente de concentración de partículas contaminantes.

La emergencia sanitaria del coronavirus ha puesto sobre la mesa la estrecha relación que existe entre la contaminación y la actividad productiva del capitalismo. El confinamiento y la paralización de la economía ha tenido unas consecuencias drásticas en el descenso de las emisiones de CO2 globales. En España, durante el mes de marzo, las áreas urbanas experimentaron una reducción de más del 50% de las partículas contaminantes liberadas a la atmósfera, según el último informe de Ecologistas en Acción. Esta realidad abre ciertas incógnitas: ¿influyen estos descensos de las emisiones en la salud del planeta? ¿La caída de la contaminación contribuye a frenar el calentamiento global y luchar contra la crisis climática?

Estas son algunas de las preguntas que el Observatorio de la Sostenibilidad (OS) ha tratado de responder en su último estudio, el cual realiza una comparación científica entre las cuatro grandes crisis económicas que han acontecido en la historia reciente de la humanidad y sus efectos en la concentración de partículas de CO2 en la atmósfera. De esta forma, aunque los periodos de inestabilidad y descenso productivo llevan acompañado una bajada de la contaminación, la tendencia general muestra que desde 1958 la concentración CO2 en ppm (partículas por millón) ha aumentado de manera exponencial.

Tanto es así, que en 1958 la cifra de CO2 que se concentraba en la atmósfera se situaba en los 315,7 ppm y los últimos datos de marzo de 2020 apuntan a una concentración de 414,5 ppm. Entre estos años se han sucedido cuatro crisis económicas con un descenso de los niveles de emisiones anuales considerable, pero los datos revelan que, sin cambios estructurales, el CO2 seguirá aumentando su presencia.

La primera gran crisis analizada en el informe, la del petróleo de 1974, supuso una reducción de emisiones de cerca de 1 gigatonelada de CO2 respecto al año 1973, sin embargo, en el año 1976, las emisiones volvieron a recuperarse y superaron los niveles anuales previos al estallido de la crisis. La disminución de emisiones no significó que la concentración de partículas contaminantes en la atmósfera disminuyera, de hecho, la recuperación económica facilitó que aumentarán los niveles.

Lo mismo ocurrió con la crisis de la deuda latinoamericana de 1981, cuyo frenazo productivo se tradujo en un descenso de las emisiones de 0,6 gigatoneladas de CO2. A los dos años, en 1983, las cifras globales de emisiones de gas de efecto invernadero ya superaban los registros anuales de 1979, cuando la economía todavía no había empezado a tambalearse. La caída de la URSS es el tercer evento histórico recogido por el informe del Observatorio de la Sostenibilidad. El fin del socialismo supuso que entre 1991 y 1992 se emitieran 700.000 toneladas de CO2 menos, pero en 1995, con la economía recuperada, las emisiones ya se situaban por encima de los niveles previos a la crisis, lo que impidió que la concentración de gases contaminantes disminuyera.

Por su parte, la última etapa de inestabilidad económica, la Gran Recesión de 2008, supuso un recorte anual de 470.000 toneladas de CO2 respecto los datos previos a la quiebra de Lehman Brothers. Sin embargo, en 2010, sin que hubiera siquiera una recuperación económica plena en el horizonte, las emisiones de gases de efecto invernadero superaron en 2 gigatoneladas a los registros de 2007, según los datos del OS

Desde el Observatorio de la Sostenibilidad informan que las crisis puntuales y sus impactos en materia de contaminación no suponen una alteración en la concentración de partículas contaminantes de la atmósfera. Tanto es así, que últimos registros de marzo, 414,5 ppm de CO2, están cerca del pico de contaminación alcanzado en 2019 a estas alturas del año, por lo que la crisis del coronavirus no ha supuesto, pese al parón productivo, un cambio en la tendencia de la curva de Keeling que recoge el promedio de gases que se acumulan en los cielos. «Una crisis puntual, aunque tenga las dramáticas consecuencias económicas como la actual de la covid-19, no es previsible que tenga efectos significativos sobre el clima», explican desde el OS.

as previsiones de esta crisis económica –derivada de una situación de emergencia sanitaria sin precedentes– apuntan a un descenso de las emisiones de récord. Según The Guardian, los datos hablan de una reducción global de 2.500 millones de toneladas de gases derivados de los combustibles fósiles, lo que supondría un descenso del 5% de las emisiones en 2020, la caída más alta provocada por una recesión económica de los últimos cincuenta años. No en vano, se trata de un hecho coyuntural que, al igual que en los casos del pasado, podría venir acompañado de un efecto rebote que implique una recuperación económica vinculada a un incremento de la contaminación.

Según el propio Ralph Keeling, investigador principal del Grupo de Investigación de Oxígeno Atmosférico del Scripps Institution of Oceanography de San Diego, para que la disminución de las emisiones tenga un impacto en la concentración de partículas contaminantes y, por tanto, en el calentamiento del planeta, se debe alcanzar una reducción del 10% de la quema de combustibles fósiles durante todo un año. Este escenario supondría una reducción de la curva de 0,5 ppm de CO2.

«Para doblar la curva del clima son necesarias reducciones de emisiones continuadas en el tiempo con una estructura económica descarbonizada que genere y mantenga empleo y no por una crisis sanitaria», zanja Fernando Prieto, director del OS.