Un nuevo informe del PNUMA destaca el papel fundamental de las instituciones financieras en el apoyo a la circularidad mediante la inversión en empresas que adoptan un enfoque más sostenible de producción y consumo
Aunque haya problemas ambientales más visibles como el cambio climático o la pérdida de biodiversidad, también existe una necesidad urgente de avanzar en la transición a una economía circular, con el objetivo de mantener los recursos al mayor valor posible durante su vida útil y reducir el desperdicio en nuestras sociedades. Los niveles actuales de consumo de materiales y generación de residuos son totalmente incompatibles con la conservación del medio ambiente y la preservación de ecosistemas, pero una transformación de las prácticas actuales no solo tendría claros beneficios ambientales, sino que además podría ser una muy buena oportunidad económica en época de crisis que necesitaría de la inversión de instituciones financieras como bancos o aseguradoras.
De hecho, la transición hacia economías circulares que utilizasen los recursos de manera más eficiente al tiempo que minimizan la contaminación, los desechos y las emisiones de carbono podría generar billones de dólares en oportunidades comerciales. Según se desprende de un informe elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y publicado esta semana, las instituciones financieras tienen la oportunidad de ayudar a rediseñar las economías globales al proporcionar la inversión necesaria a las empresas que contribuyan a la economía circular, conserven los recursos naturales y eviten o reduzcan el desperdicio.
“La recuperación económica de la pandemia de COVID-19 es una oportunidad para estimular la transición urgente hacia un consumo y una producción más sostenibles. Necesitamos tanto al sector público como al privado para transformar nuestras economías con el fin de que aborden el cambio climático, reduzcan la contaminación y mejoren la eficiencia de los recursos. La acción colectiva es fundamental para cumplir la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, ha explicado Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA, que considera además que “el sector financiero en particular tiene un papel central que desempeñar para abandonar el crecimiento lineal y derrochador de la actualidad“.
En concreto, el paso a economías circulares podría generar hasta 4,5 billones de dólares en producción económica anual para 2030, pero para ello hace falta cambiar las prioridades de unas instituciones financieras que, según el PNUMA, todavía “carecen de conciencia” sobre la circularidad y deben revisar los productos y los servicios que ofrecen para aprovechar las oportunidades comerciales de un sistema de residuos no lineal. Y es que el crecimiento de los modelos comerciales circulares requerirá cambios estructurales y tecnológicos que necesitan de una inversión inicial fuerte para poder ser viables.
Aún así, empieza a haber una toma de conciencia. La mayoría de instituciones financieras encuestadas para el informe reconocieron que existen oportunidades para impulsar la circularidad en los sectores de edificios y construcción, alimentos y agricultura, y productos químicos y electrónicos en particular. Sin embargo, hace falta una mayor concienciación, que podría verse impulsada si los gobiernos proporcionan al sector financiero incentivos y un marco político y legislativo propicio para acelerar la integración de la circularidad en los productos y servicios financieros.
Productos financieros sostenibles
A pesar de que la circularidad financiera está todavía en fase de desarrollo en la mayoría de los países, el PNUMA destaca en su informe algunos ejemplos de innovación en en el sector que deberían inspirar al resto de instituciones financieras. Uno de ellos es el bono de sostenibilidad emitido por el banco italiano Intesa Sanpaolo, en colaboración con la Fundación Ellen MacArthur, para financiar proyectos y negocios circulares bajo una línea de crédito de 5.000 millones de euros. Este mecanismo permitirá todo tipo de inversiones en economía circular, como ofrecer soluciones para la extensión de la vida útil de bienes y materiales, la regeneración de capital natural, el diseño circular centrado en la reducción de residuos y contaminación o el reciclaje de materiales usados.
Otro ejemplo es el de la compañía sueca de seguros Omocon, que ha desarrollado un producto de microseguro para la economía colaborativa que involucra bienes compartibles alquilados en una plataforma. De esta manera, se protege al propietario de un bien o activo compartible que necesita protección contra daños y se fomenta el crecimiento de cooperativas o centros de trabajo compartido.
Entre las recomendaciones que hace el PNUMA a las instituciones financieras para apoyar la economía circular está por supuesto la necesidad de integrar la circularidad en cualquier estrategia comercial central y aumentar la evaluación de los criterios ambientales de cualquier producto financiero. También se pide reorientar los préstamos y las inversiones hacia tecnologías más sostenibles que financien modelos comerciales innovadores y hacer de la circularidad financiera un motivo de exclusión en lugar de una alternativa voluntaria en los instrumentos financieros convencionales.
En última instancia, apunta el informe, la transición a economías más verdes y circulares “dependerá de la desmitificación de las oportunidades emergentes para financiar nuevas inversiones que mejoren la eficiencia de los recursos, impulsen la innovación y creen nuevas fuentes de ingresos y mercados”. Por eso, los planes de recuperación de los sectores público y privado deben centrarse en una “recuperación resistente que satisfaga las necesidades sociales de un medio ambiente saludable y estimule el crecimiento de la economía circular”.